Para el infierno sólo hay un paso y ella lo dio. La que un día fue la bellísima Amparo Muñoz, la única española en ser Miss Universo, falleció sin dejar rastro alguno de la indescriptible belleza que la coronó como diva absoluta de su natal España.
Dejó un camino anónimo por uno de fama, drogas y escándalos que la perseguiría durante el resto de su vida. Alcanzó la gloria con su angelical encanto y reinó en el universo sólo seis meses.
Su muerte con apenas 56 años era un final anunciado. De ahí que sólo haya sido una sorpresa a medias dada la cantidad de desventuras que la mujer más guapa de la historia de las misses de España ha protagonizado.
Enferma desde hacía tiempo y arropada por su familia, Amparo Muñoz Quesada murió en su domicilio en Málaga. Sus seres queridos son los que la han cuidado en los últimos años, los mismos que pidieron “absoluta privacidad en el funeral”.
Hacía pocas semanas que unas cámaras habían mostrado cómo se encontraba y cómo no quería verse en los medios. Muñoz era muy consciente de su declive y lo que menos buscaba era protagonismo.
La despedida
Sólo la familia acudió a primera hora de la mañana del jueves a Parcemasa, donde fueron incinerados los restos de la malagueña. No hubo rastro de personajes populares o antiguos colaboradores de Muñoz, que deja un legado de más de cuarenta películas, ya que tras renunciar a la corona de Miss Universo por negarse a viajar y cumplir con sus obligaciones de reina, se dedicó a la actuación. Sólo el intérprete Máximo Valverde, con quien mantuvo una relación, acudió al sepelio.
La prensa rosa española no lo tuvo fácil para acceder al velatorio. Los fotógrafos no se acercaron a la sala donde se consolaban los familiares de Amparo ante las fuertes reprimendas de los allegados, muy concienciados en preservar la intimidad de un momento tan doloroso.
Amparo vino a Honduras en septiembre de 1974 para recaudar dinero para ayudar a los afectados del huracán Fifí. Deslumbró con su belleza, pero más aún con su irreverente personalidad que nunca la abandonó.
