Ni es mediático ni el fútbol que practican sus equipos es espectacular, pero Bert van Marwijk ha resistido a la trituradora de entrenadores que es la selección holandesa y será el tercero que dirigirá a la ‘oranje’ en una final del Mundial.
Discreto centrocampista, van Marwijk (Deventer, 1952) ha cambiado el fútbol total de la gran Holanda, por un juego menos vistoso, basado en el talento de sus futbolistas, especialmente de Arjen Robben y Wesley Sneijder, con un resultado muy por encima de las expectativas.
En silencio, van Marwijk ha ido construyendo una idea que le está dando sus frutos. Ha resistido el embate del duro entorno ‘oranje’, encabezado por Johan Cruyff, quien criticó que los holandeses se hubieran olvidado del virtuosismo.
Su idea, alejada de sus ilustres predecesores en el cargo, se sustenta en los resultados. Desde que se hizo cargo de la selección, en marzo de 2008 y en sustitución de Marco van Basten, el equipo de van Marwijk ha ganado veinte de los veintisiete partidos jugados, ha empatado seis y ha perdido uno.
La única derrota se produjo en un amistoso contra Australia. Era el segundo encuentro como entrenador del equipo. En Eindhoven, Holanda perdió 1-2. Muchos pensaban que su etapa en el banquillo holandés sería breve. Pero no ha sido así.
¿Qué tiene van Marwijk que no tengan Marco van Basten, Dick Advocaat, Frank Rijkaard, Louis van Gaal, Guus Hiddink, Rinus Michels o Leo Beenhakker, sus antecesores en el banquillo?
El seleccionador holandés es el antihéroe, un tipo que no ha sido especialmente brillante ni como jugador ni tampoco como entrenador.
Como futbolista jugó 393 partidos en la primera división holandesa y defendió en una ocasión la camiseta de la selección holandesa.
Como entrenador su mayor éxito fue la consecución de una Copa de la UEFA 2002 y una Copa de Holanda en 2008 al frente del Feyenoord. Antes había pasado por el Herderen, Limmel, Meerssen y Fortuna Sittard. También entrenó durante dos temporadas al Borussia Dortmund alemán.
Van Marwijk es de los que no tiene problemas para dejar en el banquillo a un jugador, si no está de acuerdo con sus métodos, ni llamar al orden cuando alguien realiza una declaración altisonante o reclama mayor protagonismo en el equipo. No se mira en el espejo de la Holanda que perdió en la final de la Copa del Mundo en 1978 en Buenos Aires, en plena dictadura del general Videla.
Pero sin tanta brillantez, Holanda está en el mismo punto y ya ha igualado su mejor actuación en un Mundial. Sin ‘juego bonito’. Es el realismo naranja.
Marwijk impuso autoridad
Según Wesley Sneijder, “Bert van Marwijk aportó mucha calma” a jugadores a veces impetuosos, y lo compara con colegas como el argentino Maradona o el brasileño Dunga, que se mueven demasiado en el banco.
A su vez, ha logrado conjugar un equipo con muchos egos. Contando con grandes estrellas de equipos europeos, el ‘míster’ ha impuesto su autoridad y capacidad de diálogo.