Fort Lauderdale, Estados Unidos.
Unos cincuenta aficionados hondureños llegaron al hotel de concentración de la Selección Nacional de Honduras en Fort Lauderdale, presenciaron la práctica con toda normalidad, pero al finalizar la misma todo fue una locura.
Gritos por un lado y por otro, frases de aliento y no podían faltar las solicitudes de autógrafos y fotografías.
Los primeros en llegar fueron los Cáceres-Mejía, quienes enfundados en sus camisas y banderas vibraron como si fuese un partido de mundial. Si bien hace 22 días estuvieron en suelo catracho, la pasión por la Selección la llevan en la sangre.
“La apoyamos de forma incondicional, es lo mejor que podemos hacer”, declaró Ángel, patriarca de este clan.
Al entreno llegó acompañado de Vivian, su esposa, Josselyn, Ángela y Anthony, sus hijos, así como de Yesmi Lara, su cuñada.
“Yo soy de Juticalpa, mi señora de El Progreso, siempre estamos pendientes de la selección, es un orgullo tenerla por estos lados”, agregó.
Y así, lo que parecía un día tranquilo, lluvioso y con doble jornada de trabajo, terminó con una algarabía que fortalece los ánimos de cara a la copa del mundo.
