El nuevo Lionel Messi (27 años) combina el talento de siempre con dos novedades: un matiz táctico que le hace partir desde la banda derecha para hacer después, afortunadamente, lo que le da la gana, y una condición física asombrosa: sus índices de grasa son invisibles y su cuerpo está fibrado como si fuera de ciclista.
Necesitaba Messi minimizar el peligro de las lesiones, que llegaron a amargarle la existencia, y eliminar esas incómodas arcadas que hablaban de alguna intolerancia alimenticia.
La solución la encontró Leo en un nutricionista llamado Giuliano Poser, con consulta en Sacile, localidad italiana a la que el futbolista se desplaza de vez en cuando para seguir unos consejos en su dieta que le han llevado a perder, como adelantó MD, casi cuatro kilos de peso, una metamorfosis imposible de llevar a cabo sin una gran fuerza de voluntad.
En un reciente rodaje para un anuncio, Leo pidió comida aprovechando un descanso. “Arroz sin salsas, verduras y pescado”. El pedido sorprendió, pero de eso se alimenta el nuevo Messi.
El resultado de este crack salta a la vista: su gol imposible de la final de Copa le devuelve a sus primeros años, esos en los que lo regateaba todo antes de marcar.