“Es hielo abrasador, es fuego helado”. Con estas palabras, definía el amor Francisco de Quevedo (1580-1645). Son muchos los poetas, escritores, cantantes y cineastas que han hablado del amor. Tradicionalmente se ha considerado que es un sentimiento, una emoción.
En un artículo publicado en la revista “Psychology” Enrique Burunat, profesor de psicobiología de la Universidad de La Laguna de Tenerife (España) expone varios argumentos para definir al amor como una motivación fisiológica, similar en cierto modo al hambre o la sed.
“En realidad, la motivación fisiológica no es la sed o el hambre, que son las consecuencias de la falta de agua y nutrientes. La motivación es la búsqueda de la homeostasis, el equilibrio del medio interno. Así, hambre y sed son los síntomas de la abstinencia de comida o agua.
En un artículo publicado en la revista “Psychology” Enrique Burunat, profesor de psicobiología de la Universidad de La Laguna de Tenerife (España) expone varios argumentos para definir al amor como una motivación fisiológica, similar en cierto modo al hambre o la sed.
“En realidad, la motivación fisiológica no es la sed o el hambre, que son las consecuencias de la falta de agua y nutrientes. La motivación es la búsqueda de la homeostasis, el equilibrio del medio interno. Así, hambre y sed son los síntomas de la abstinencia de comida o agua.
El amor es la búsqueda del equilibrio basada en la función de ciertos circuitos cerebrales. El amor, y la capacidad de amar, se construyen durante el desarrollo cerebral humano, y por eso es esencial experimentar el amor durante la infancia y la niñez”, asegura Burunat.
El especialista señala que, si bien es posible sobrevivir mucho tiempo alimentándose mal, esto origina carencias que pueden provocar enfermedades o incluso causar la muerte.