A los dos años, los niños experimentan el placer de sentirse adultos, comienzan a tomar sus propias decisiones y así reafirman su autonomía.
Los padres dominan parte de las necesidades de los infantes, pero en algún momento son los menores quienes ponen a prueba el control, de esta forma descubren hasta qué punto se les permite llegar si desobedecen una orden.
Es importante dejar que su hijo tome la cuchara, coma, camine, vaya al baño y se vista solo, entre otras cosas que le ayudarán a descubrir que puede realizar varias tareas sin ayuda.
Participación.
Antonio Cerrato, especialista en psicología infanto-juvenil, explica que “a medida que los niños crecen los progenitores deben asignarles tareas que les ayuden a demostrar sus habilidades y el valor de su esfuerzo. Colocar, recoger, guardar, quitar, ir al baño y abrochar las prendas de ropa son acciones que ayudarán al niño a sentirse partícipe dentro de su propia familia”.
Es necesario guiar a los pequeños en el proceso de independencia y no pedirles más de la cuenta. Si se equivocan debe animarlos para que lo intenten nuevamente.
La evolución es diferente en cada niño, y los padres no deben presionar ni sobreprotegerlos pensando que no tienen la capacidad. El apoyo y la comprensión es vital en la etapa de crecimiento.