19/05/2025
01:21 AM

Castigados por las lluvias

Las gráficas no pueden describir toda la tragedia. Solamente los habitantes de las colonias Pavón 1 y Pavón 2 en El Negrito, Yoro, saben qué es sentir en carne propia las consecuencias.

Las gráficas no pueden describir toda la tragedia. Solamente los habitantes de las colonias Pavón 1 y Pavón 2 en El Negrito, Yoro, saben qué es sentir en carne propia las consecuencias de uno de los más fuertes vendavales registrados en este sector.

Las lluvias han puesto su cuota de dolor y destrucción en muchos sectores del país, pero en esta región de Yoro es más patética la experiencia de sus pobladores. El ecosistema está tan dañado que últimamente, con la menor lluvia, hay que salir en busca de albergue o simplemente resignarse a vivir con el agua a las rodillas o más arriba.

Las continuas inundaciones mantienen estancada la producción en esta zona, mientras crece el espectro de la pobreza y empuja más a los afectados al abismo del olvido.

Así se consideran ellos: abandonados por todos, principalmente por las autoridades gubernamentales que no han dado respuesta al clamor de ayuda que parece ahogarse en medio de la tormenta.

“¿Cuál ayuda?”, fue la frase más escuchada en el recorrido del equipo especial de LA PRENSA por la zona del desastre. Aunque el camino para llegar a las comunidades de Pavón 1 y Pavón 2 sea casi intransitable, no es excusa para que quienes ahí habitan no puedan ser auxiliados, si hubiera voluntad.

En un lugar recóndito

Cerca de dos horas en automóvil, tomando el desvío a El Negrito, entre la ciudad de El Progreso y el puerto de Tela, cruzando varias hectáreas de plantaciones de palma africana, se necesitan para llegar a las dos comunidades afectadas.

El hedor del agua estancada es sencillamente insoportable, el zumbido de los mosquitos aguijonea los oídos y de cada casa se escapa el llanto de algún niño que reclama alimento.

Los visitantes se distinguen de los nativos en que los primeros pasan desapercibidos, mientras que los segundos se muestran receptivos con todo mundo, con la esperanza de que les lleven alguna ayuda. Todas las casas están inundadas, pero pocas han sido abandonadas por sus propietarios.

“No nos vamos porque no tenemos adónde ir. A duras penas tenemos para mantenernos aquí, peor para hacerlo en otro lado”, contestó Eugenio Ramos, habitante de la Pavón 2, cuando se le preguntó por qué seguían allí exponiéndose a las condiciones inseguras.

Ramos es un jornalero que lleva viviendo 18 años en ese lugar con su esposa Cleotilde Carías y sus ocho hijos. Argumentó que ya está acostumbrado a no ser ayudado ni escuchado, además de vivir en esa zona vulnerable e inundable.

“La comunidad ha estado pidiendo por años que nos ayuden para que nos muevan a un lugar menos problemático, donde nuestros hijos estén más seguros y podamos tener una calidad de vida digna, pero nadie hace nada. Todos los políticos que han venido sólo lo han hecho para pedir el voto y después se esfuman, olvidándose de todo a lo que se comprometieron con quienes votaron por ellos”, se quejó.

Sesenta y tres viviendas están inundadas y cerca de setenta familias se encuentran en peligro hasta de perder la vida.

Propensos a enfermarse

Respecto a las enfermedades, los más perjudicados son los niños menores de ocho años, que ya han empezado a presentar síntomas parecidos al dengue hemorrágico como gripe, fiebre, diarrea y tos.

Los pobladores piden urgentemente que una brigada médica llegue y examine a todas las personas, pero sobre todo a los infantes.

Las aguas estancadas por la inundación son criaderos propicios de zancudos y fuentes seguras de contagios donde se desarrollan toda clase de alimañas.

Según los pobladores, la semana pasada una barba amarilla, un tipo de serpiente altamente venenosa, atacó a uno de los niños de la comunidad y el menor tuvo que ser enviado de emergencia al centro asistencial de Urraco.

De igual forma, las infecciones en la piel están haciendo estragos especialmente entre los menores que andan descalzos y semidesnudos entre las aguas pestilentes.

“No sólo necesitamos comida o ropa, también que doctores nos ayuden con nuestros niños”, reclamó Blanca Estela Villatoro, madre de seis niños, todos con indicios de dengue.

Perdidas millonarias

Esta vez, la naturaleza no ha arremetido sólo contra los más pobres, sino que se ha ensañado con los productores del departamento de Yoro.

La rotura de un bordo protector del río Cobasa produjo que el afluente entrara e inundara más de 105 manzanas de palma africana y otros productos.

“Informamos a la Comisión del Valle de Sula para que viniera a inspeccionar los daños, pero no recibimos respuesta”, expresó Tobías Moreno Marcía, jornalero de la zona. Agregó que no se les da ninguna importancia a pesar de ser motores de economía agrícola en el país, cosechando al año más de tres mil toneladas sólo de palma africana. “Parados con estas inundaciones no podemos hacer nada ni cosechar nada. El Gobierno se preocupa por otras cosas y se olvida de lo que es importante y provechoso para el país”, reclamó German Chirinos.

La campaña continúa

La necesidad se agiganta en las comunidades de San José de Tarros de Nueva Frontera, Santa Bárbara, y en las colonias Pavón 1 y Pavón 2, de El Negrito, Yoro. Ante tal situación, LA PRENSA continúa motivando al pueblo hondureño para que haga sus aportes y socorra a los damnificados mediante la campaña “Abre tu corazón”.

Usted puede donar víveres, ropa, calzado o medicinas para mejorar la situación de los damnificados por las lluvias en estas zonas. Las contribuciones pueden ser traídas y depositadas hoy desde las seis de la mañana hasta las siete de la noche en el contenedor ubicado frente a las instalaciones de LA PRENSA en el barrio Guamilito, tercera avenida, seis y siete calles noroeste de San Pedro Sula.