El Negrito, Yoro, Honduras.
Más que un padre, don Lucio Acosta era un gran amigo para Daniel Eduardo, por ello nadie entiende en El Negrito, Yoro, cómo pudo ocurrir la tragedia en la que el muchacho resultó fulminado por un balazo, y su progenitor, herido de muerte cuando forcejeaban por un arma.
“Todavía no nos explicamos cómo el demonio se metió a nuestro hogar si hemos sido tan unidos”, manifestaba ayer una tía de Daniel Eduardo, quien estaba por graduarse de ingeniero agrónomo en una universidad de San Pedro Sula. Precisamente un día antes de que sucediera la tragedia en la colonia Guangolola, de este municipio, los vecinos los vieron bromeando y jugueteando, dijo una prima del universitario.
Familiares y vecinos coinciden en que ambos se comportaban como amigos y compartían el gusto por la agricultura y la vida en el campo.
Daniel Eduardo creció en Guangolola, en medio de los arrozales de su padre, a veces detrás de las vacas con el lazo en la mano mientras montaba su caballo favorito. “Amaba los animales y el campo. Desde niño montaba caballos con los primos y ya grande le gustaba participar en las montas que se realizaban en las ferias de
El Negrito”, refirió su tía.
Decía que cuando se graduara como ingeniero agrónomo, no se quedaría en San Pedro Sula, sino que se vendría a El Negrito a levantar su propio rancho. A su novia, la estudiante de Medicina Iezika Aguilar, le había propuesto que, cuando ambos salieran de la universidad, ella pusiera su consultorio cerca de su ranchito para estar siempre juntos.
“Nos conocimos de niños porque nuestros padres eran amigos y ambos se dedicaban al cultivo del arroz”, comentó la muchacha, mientras enjugaba sus lágrimas durante el velatorio.
Su amiga
Liany Acosta comentó que
Daniel Eduardo era “uno de esos hombres detallistas, de los pocos que han quedado”. Le regalaba flores y globos a
Iezika y ya tenía lista una pulsera Pandora para obsequiársela el día de su cumpleaños, a celebrarse el once de septiembre.
De boda no hablaban porque habían acordado que ese tema lo tratarían hasta que ambos estuvieran graduados, y a ella todavía le faltan cuatro años para ser doctora.
Era un muchacho con muchos sueños, incluso pronosticaba que sería alcalde de este municipio, pero no era político ni tenía partido definido.
Su madre, la profesora Miriam Suyapa Escobar, destacó, entre lágrimas, lo bien que se llevaba con su padre. “Bromeaban y jugaban. Mi esposo es un hombre noble y un excelente padre, que ha vivido para cuidarnos”, enfatizó. Ella, además de madre, también fue la maestra del malogrado muchacho durante los seis años de educación escolar que hizo en Guangolola.
Durante cinco años, Daniel Eduardo fue transportado a la universidad desde la colonia Villas del Campo por el taxista Melvin Ramírez, quien hace más de una semana lo llevó al centro de estudios para que hiciera el último examen del periodo académico. Solo le quedaban tres clases para graduarse. Como si presintiera la tragedia, el universitario envió un mensaje a su novia el pasado martes, en el que le decía: “Estoy orgulloso de esta relación, mi mayor deseo es estar con usted el tiempo que Dios me conceda de vida”.
Más que un padre, don Lucio Acosta era un gran amigo para Daniel Eduardo, por ello nadie entiende en El Negrito, Yoro, cómo pudo ocurrir la tragedia en la que el muchacho resultó fulminado por un balazo, y su progenitor, herido de muerte cuando forcejeaban por un arma.
“Todavía no nos explicamos cómo el demonio se metió a nuestro hogar si hemos sido tan unidos”, manifestaba ayer una tía de Daniel Eduardo, quien estaba por graduarse de ingeniero agrónomo en una universidad de San Pedro Sula. Precisamente un día antes de que sucediera la tragedia en la colonia Guangolola, de este municipio, los vecinos los vieron bromeando y jugueteando, dijo una prima del universitario.
Familiares y vecinos coinciden en que ambos se comportaban como amigos y compartían el gusto por la agricultura y la vida en el campo.
![]() En enero le celebró el cumpleaños en su universidad y el próximo once de septiembre sería el de ella.
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Decía que cuando se graduara como ingeniero agrónomo, no se quedaría en San Pedro Sula, sino que se vendría a El Negrito a levantar su propio rancho. A su novia, la estudiante de Medicina Iezika Aguilar, le había propuesto que, cuando ambos salieran de la universidad, ella pusiera su consultorio cerca de su ranchito para estar siempre juntos.
“Nos conocimos de niños porque nuestros padres eran amigos y ambos se dedicaban al cultivo del arroz”, comentó la muchacha, mientras enjugaba sus lágrimas durante el velatorio.
![]() La casa donde sucedió la tragedia el pasado miércoles.
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De boda no hablaban porque habían acordado que ese tema lo tratarían hasta que ambos estuvieran graduados, y a ella todavía le faltan cuatro años para ser doctora.
Era un muchacho con muchos sueños, incluso pronosticaba que sería alcalde de este municipio, pero no era político ni tenía partido definido.
![]() La versión de la Policía es que el joven trató de quitarle una pistola a su padre porque este se quería suicidar, pero en el forcejeo se disparó el arma.
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Durante cinco años, Daniel Eduardo fue transportado a la universidad desde la colonia Villas del Campo por el taxista Melvin Ramírez, quien hace más de una semana lo llevó al centro de estudios para que hiciera el último examen del periodo académico. Solo le quedaban tres clases para graduarse. Como si presintiera la tragedia, el universitario envió un mensaje a su novia el pasado martes, en el que le decía: “Estoy orgulloso de esta relación, mi mayor deseo es estar con usted el tiempo que Dios me conceda de vida”.