06/12/2025
06:33 PM

Cuentos y Leyendas de Honduras: La bola de cristal

Martha era una mujer noble y trabajadora y enfermera de profesión.

    Vivió en la ciudad de Siguatepeque se llamaba Martha, mujer noble y trabajadora, enfermera de profesión. Había algo especial en ella, tenía un don que no es muy común, era clarividente, fue mi amiga.

    Un día llegué de madrugada a consultarle algo que me hacía sentir mal, había que llegar temprano para agarrar cupo ya que la visitaba gente de todas partes del país y del extranjero, a cada visitante le asignaban un número, todo era de tener paciencia. Cuando llegó mi turno, doña Martha me pasó adelante y la saludé cordialmente, tenía al frente una bola de cristal donde visualizaba las cosas que uno preguntaba. “¿Qué quiere saber?, ¿algo del futuro, del presente, negocios, amores, enfermedad?” Le expliqué que no me sentía bien en los últimos días.

    Guardó silencio, miró aquella esfera cristalina. “Está enfermo de los riñones y las cosas pueden complicarse, le daré una receta para que la compre en la farmacia, todo va a estar bien”. Posteriormente hablamos de su profesión, de su don especial y de un hermano de ella que yo había conocido en Tegucigalpa, el fue de la Policía Motorizada, me dijo que se había ido a vivir a la ciudad de La Ceiba. Me extendió la receta y nos despedimos, “no se preocupe Jorge, va a estar bien, se lo aseguro”. Fui a la farmacia, compré las medicinas y en tres días habían desaparecido los malestares, lo interesante de todo esto es que había entre los que hacíamos cola dos mujeres, una joven y una señora muy, pero muy seria, al verme me conocieron. “Nosotros también venimos de Tegucigalpa”, dijo la muchacha, “siempre escuchamos sus leyendas”. Mientras platicaba con las dos mujeres les conté de mis dolencias.

    La señora me dijo que ellas andaban consultando a doña Marta porque había problemas con una hermana, al parecer el mismo esposo la tenía hechizada. “Mi hermana no levanta cabeza, es una esclava de ese hombre, imagínense que pasa con otras mujeres frente a ella, no da nada en la casa y siempre le está exigiendo buena comida, vale que ella tiene un negocito si no quién sabe si ya la hubiera matado. Le hace una tras otra y ella solo se pone a llorar y quejarse con las amistades, no puede hacer nada, lo peor de todo es que ella no cree que ese hombre perverso la tiene con brujería, por eso andamos buscando a doña Marta para ver qué consejo le manda a mi pobre hermana”.

    Después de haber comprado las medicinas en la farmacia fui en busca de un comedor para desayunar, en el camino me encontré con un viejo amigo que vive en Siguatepeque: “En que vueltas andás”, preguntó, “es raro verte por estos lados”. “Vengo de donde doña Marta, me dio una receta porque ando mal de los riñones. “Esa señora sí sabe”, contesto, “hasta gringos vienen a buscarla”.

    En la plática le dije que andaba buscando un comedor. “No te preocupés, vamos en mi carro, allá en la salida hay un comedor donde ponen carne asada, frijoles fritos, cuajada, queso, aguacate y huevo”. Después de desayunar regresamos a la ciudad y me dejó en la estación de los buses que viajaban a la capital, me alegré mucho de ver a un viejo amigo, nos despedimos con un fuerte abrazo.

    Él iba para La Esperanza en vías de negocios, poco después las dos mujeres que visitaron a doña Marta llegaron a la estación, las saludé y las invité a un refresco. “¿Y qué tal?”, les fue pregunté, “¿que les dijo la vidente?”... Fue la joven quien habló: “Le contamos la historia de mi tía y al referirnos al esposo doña Marta miró la bola de cristal y dijo: ‘¡Dios mío, qué hombre tan malo, ¡no he visto un hombre más malo que ese en mi vida!’ Nos quedamos mirando con mi mamá asustadas completamente y mamá preguntó ‘¿qué va a pasar con mi hermana y con ese señor?’, doña Marta siguió mirando el cristal y finalmente nos dijo que llegaría un día en que mi tía se iba a liberar de él porque buscaría de Jesucristo, que el se separaría de ella, que envejecería con una mujer perversa, que al final quedaría solo y que nadie iría a verlo ni a consolarlo que poco a poco se enfermaría pero que jamás dejaría de ser un hombre malvado”.

    Otras personas en la estación de buses comentaban de doña Marta: “Sin decirle lo que pasaba, ella me lo dijo todo, mis negocios no han prosperado por la envidia de mi propia familia, vea a veces una se engaña con su propia raza”, un señor comentó: “Esta gran barriga es producto de todas las cochinadas que me daba mi exmujer, para mantenerme papo, la miraba con otros hombres y nunca le decía nada, doña Marta ya me dio la medicina... ahí esta la mujer pagándolas todas con un hombre que le pasa pegando, no hay día del mundo que no esté llorando”. Ha pasado mucho tiempo, doña Marta falleció hace años y sus pronósticos jamás fallaron, conocí personas que daban testimonio de curaciones maravillosas con plantas medicinales, otras hablaban de haber roto hechizos y brujerías con su ayuda.

    El pasado año encontré a las dos mujeres que conocí donde doña Marta, las saludé y la señora me dijo: “Qué pena que haya muerto doña Marta, ya tiene sus años de muerta. Viera cómo nos ayudó con mi hermana, se cumplió lo que dijo, a su casa llegaron unas personas religiosas y ella abrazó una religión, el marido se metió a vivir con una mujer de la calle, interesada, le ha quitado todo su dinero; podríamos decir que casi está en la calle”.

    La joven también habló: “Y fíjese don Jorge que poco a poco se van cumpliendo las palabras de la vidente, ese señor está quedando flaco, hay quienes dicen que tiene un virus. Sus amigos y parientes se le han retirado, bien dijo la señora que él estaba cavando su propia tumba”.

    Es increíble cómo vienen a este mundo personas con dones sobrenaturales.