Luis Estévez, un joven que sufrió la violencia en carne propia mientras buscaba consagrarse como sacerdote, relata cómo su vida cambió luego de que asesinaran a su padre y a un tío.
“Hace tres años perdimos la vida de mi papá José Luis Estévez Lara, el 13 de noviembre del 2008, y la de mi tío José Estévez fue el 23 de diciembre de 2008. Yo estaba finalizando todo mi proceso de estudio en el Seminario Mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa.
Faltaban cinco días para terminarlo todo. Era un tiempo de despedidas, graduaciones y celebraciones, uno de los momentos más felices del proceso de formación para el sacerdocio porque significa la culminación de esta etapa formativa, y pasé a la parte pastoral y ministerial.
Un jueves 13 hacia las 6.00 pm, mi papá se encontraba en un comedor que acababa de poner con el objetivo de ayudar en los estudios de mis hermanos. Llegaron tres personas haciéndose pasar por clientes y le pidieron a mi hermana que las atendiera. Mi papá se encontraba con unos amigos de la familia en una mesa con mi hermano Wilfredo cuando de pronto se levantaron dos muchachos de la mesa y se fueron adonde estaba mi papá. él intentó defenderse, pero inmediatamente otro muchacho que se había quedado afuera le disparó en el abdomen y el corazón.
Mis hermanos intentaron salvarlo, pero fue imposible.
Lo mataron frente a mis hermanos y su nieta de cinco años. Inmediatamente me avisaron al seminario en Tegucigalpa y vine a San Pedro. Dejé todo lo que tenía preparado para nuestra despedida y llegué a San Pedro Sula. Mi tío José era agente de investigación y empezó a indagar el asunto y se encontró con muchas sorpresas y por eso fue asesinado a los 40 días de la muerte de mi papá. Toda la familia estaba con miedo. Cerramos el comedor y mis hermanos cambiaron de lugar”.
Seguir adelante
El joven, a pesar de las duras circunstancias que le tocó atravesar, siguió adelante con sus estudios religiosos. “La situación me conmovió mucho en mi proceso formativo. Recuerdo que muchos pensaban que iba a dejar el camino al sacerdocio, fue y ha sido un momento muy duro, pero le doy gracias a Dios, que nos ha dado fuerza y sabiduría para superar el proceso. Le agradezco a mi obispo Ángel Garachana, que siempre me apoyó en esos momentos difíciles y lo sigue haciendo.
Recuerdo que fue todo un reto para mi decisión vocacional y, aunque con angustias y tribulaciones, eso me motivó más a servir y consagrarme a Dios como sacerdote y no me arrepiento de haberlo hecho”.
Vivir con miedo
“En enero de 2009 nos enviaron una carta diciéndonos que si hacíamos una denuncia, iban a seguir matando a nuestros familiares. Eso nos obligó a quedarnos callados.
Quizás eso sea lo que más afecte a muchas familias que por miedo no denuncian.
En junio de este año fui asaltado por un grupo de muchachos en Chamelecón. Iba de dar las misas y me emboscaron con armas en el carro, me bajaron y me lo quitaron todo, hasta mis vestiduras de celebrar la misa se llevaron.
Gracias a Dios estoy vivo y contando la historia. Una persona me comentó que sabía quiénes me habían asaltado y que yo decidiera qué hacer con ellos y mi respuesta fue: Los perdono y no quiero nada contra ellos, solo que se arrepientan de sus malas acciones y dejen de hacer el mal.
Quizás me dé miedo trabajar en algunos lugares de Chamelecón, pero sé que todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
El padre Luis Estévez ahora es responsable de la diócesis en San Pedro Sula de las Obras Misionales Pontificias.
Como tal forma parte de los organizadores de la caminata por la paz
“Queremos paz, Cristo es la esperanza”.
Finalmente invitó a todos a participar, dando testimonios y exigiendo que haya paz, en armonía desde Cristo y hacia los demás.