24/04/2024
12:27 AM

Lo deportaron de EUA y ahora cumple su sueño hondureño

Wilmer Edgardo Tábora (32) sufrió una enfermedad que lo dejó lisiado desde que era bebé. Además fue deportado de Estados Unidos en 2005 por competir en carreras callejeras

San Pedro Sula, Honduras

Su perfecto manejo del inglés y sus ganas de salir adelante lo han llevado a tener una vasta experiencia laboral en San Pedro Sula, pese a haber sido deportado de Estados Unidos y sufrir una enfermedad que lo dejó lisiado desde que era bebé.

Todos los días desde muy temprano, Wilmer Edgardo Tábora comienza su jornada laboral en el área de servicio al cliente del call center KM2 Solutions, el cual actualmente cuenta con unos 35 empleados que han sido repatriados o que padecen alguna limitante.

El joven de 32 años se desempeña con éxito en sus labores y su empatía con los clientes lo ha llevado a ganarse la admiración de sus jefes; sin embargo, no todo en su vida fue tan fácil. Tenía solo tres meses de vida cuando por falta de vacunas contrajo poliomielitis, una enfermedad que le consumió el músculo de la pierna derecha y lo dejó cojeando de por vida.

“Mi mamá me cuenta que en el hospital había unas ocho personas más con la misma enfermedad, unos quedaron inválidos. Cuando estaba pequeño sí me sentía mal, pero luego pensé que no iba a permitir que esto me deprimiera y me dejara atrás”, expresó.

En 1989 cuando tenía cinco años cruzó la frontera a Estados Unidos en compañía de sus hermanos y primos para unirse a su mamá, quien había viajado al país de las oportunidades cinco años antes. “Yo era muy pequeño cuando me fui, pero iba con todos mis primos y hermanos, antes no era como ahora, no había tantos peligros”.

Con esfuerzo de su familia logró estudiar la secundaria en un colegio de Estados Unidos para luego trabajar en cuatro empresas que le dejaron recuerdos memorables, también incursionó en la construcción, de manera que “he hecho de todo”.

El mayor de cinco hermanos era el único que no contaba con ciudadanía. Cuando su familia optó por permanecer legalmente en Estados Unidos, él ya había cumplido 18 años y debía esperar cinco años más para obtener su residencia. No imaginó que el destino le tenía preparada una sorpresa para su bien.

Resulta que en 2005, cuando Tábora participaba en una carrera callejera con sus amigos, fue capturado y deportado por residir de forma ilegal en ese país.

Su más grande miedo se estaba cumpliendo: regresar a Honduras, un país que, aunque lo vio nacer, era desconocido para él y del que solo le daban referencia como un territorio violento y de mucha pobreza. “Venía con miedo porque me fui pequeño y para mí, Honduras era un país nuevo y no sabía qué esperar”.

Aunque el joven de tez trigueña no atravesó todas las dificultades por las que miles de migrantes pasan a diario intentando cruzar al país americano, pudo conocer algunas de las experiencias de los 180 deportados que lo acompañaban en su viaje de regreso.

Según datos del Centro de Atención al Migrante Retornado (Camr) hasta la fecha han sido deportados 10,300 compatriotas desde Estados Unidos, aumentando un 3% en comparación con el año pasado. El 85% de estos son hombres y el 15% restante son mujeres en edades promedios de 18 a 28 años.

Desde su llegada a la colonia López Arellano, en Choloma, Tábora le hizo saber a su tío, la única persona con que contaba en Honduras, que pronto encontraría un empleo y saldría adelante.

No pasó mucho tiempo para que fuera ganando experiencia en cuatro empresas textiles, pero su mayor oportunidad la obtuvo hasta en 2013, cuando retomó su segundo idioma, el inglés, al formar parte de las filas de KM2 Solutions.

Su trabajo le permite darles una mejor vida a su esposa e hija de dos años, a quienes ama con todo su corazón. Tanto que asegura que por ellas no intentaría regresar a Estados Unidos.

“Wilmer es un excelente agente, tiene paciencia y sabe manejar a los clientes y llevar los tiempos de las llamadas. Se pone en el lugar del cliente y eso es una buena característica”, contó René Pineda, gerente de Operaciones de KM2 Solutions.

El rubro de los call centers les ha abierto las puertas a personas que por haber sido deportadas o tener una limitación han sido rechazadas de otros empleos. Se estima que más de 200 personas laboran en unos ocho centros de contacto en San Pedro Sula.