Uno de los trucos de mercadeo de moda consiste en adelantar la temporada de compras navideñas, la cual –usted se habrá dado cuenta- empieza tímidamente a finales de agosto y, ya para septiembre, se encuentra a todo vapor, con increíbles campañas publicitarias que ofrecen toda clase de facilidades para que usted gaste un aguinaldo que aún no recibe y que no recibirá antes de dos meses.
La idea es 'prevender' o 'amarrar' al cliente con ganchos y ofertas; 'capturar' el aguinaldo mucho antes de que lo empiecen a pagar.
De esa manera, cuando sale el chequecito, inmediatamente va a parar a sus cajas registradoras, rápido, sin dar oportunidad para que compren en otro lado.
Y nosotros, los consumidores, nos vemos atraídos hacia esas ofertas como palomillas a la luz, nos acercamos tanto que, sin poder evitarlo, muchas veces nos quemamos, al comprar más de lo que necesitamos o de lo que podemos pagar.
Los anuncios, las luces de colores, todos esos adornos tienen el poder de adormecernos la billetera y convertirnos en sumisos corderos camino al matadero.
No estoy contra los comerciantes, bien por ellos con su estrategia, de eso se trata la libre competencia.
Pero cuando veo anuncios 'postnavideños', con unas rebajas salvajes, siento que los consumidores deberíamos diseñar nuestra propia estrategia, cambiando la fecha en que se dan los regalos.
Un tele (de plasma, desde luego) que normalmente cuesta, digamos, veinte mil Lempiras, a partir del veinticinco se puede obtener hasta por la mitad.
En otros lugares usted compra dos artículos de cualquier precio y el tercero le sale ¡gratis!
Pero no se confunda, los comerciantes no se vuelven locos, lo que sucede es que ellos tienen unos detectores especiales para saber si todavía algún cristiano tiene un poco de dinero, cosa que ellos no pueden permitir. (Esos detectores funcionan vía satélite y pueden 'escanear' los bolsillos de todo mundo, algo así como una variedad terrible de GPS)
La estrategia consiste en aumentar el brillo de las luces, que esta vez no son de colores sino que en forma de irresistibles ofertas, ante las cuales de nuevo estamos indefensos.
Pero eso creo que un grupo de nosotros podría diseñar su propia estrategia defensiva y hacer el pacto de 'posponer la Navidad'.
No se preocupe, siempre vamos a comer el tamalito el veinticuatro y a celebrar en familia… pero (ahí está el detalle) nos ponemos de acuerdo para intercambiar los regalos después del veintiséis.
Digamos que yo le voy a regalar a alguien ese mismo tele: simplemente le entrego una tarjeta personal diciendo (Vale por un 'tele' de tales o cuales características, acto seguido me siento a esperar (como una araña en su red) hasta que los comerciantes bajen sus precios y asunto concluido… la Navidad me puede costar hasta un cuarenta o cincuenta por ciento menos; todo por esperar un par de días.
Eso servirá mientras los comerciantes no detecten que tenemos escondido TODO nuestro aguinaldo y una alarma empiece a sonar en las cajas registradoras.
Cuando eso pase, indudablemente inventarán alguna oferta irresistible para contrarrestar nuestra estrategia navideña.
Pero le garantizo que el plan puede funcionar, al menos este año.