Creo que todo mundo tiene derecho a creer lo que desee, a dudar de lo que quiera y a hacerse las preguntas que tenga a bien. Al final de cuentas siempre he pensado que si tenemos un cerebro es para usarlo en toda su extensión y capacidad; hacerse preguntas y dudar es parte de eso.
Lempira, por ejemplo, ¿no es cierto que al menos una vez usted se ha preguntado si en verdad existió? ¿Cayó del Congolón después de recibir el disparo de un arcabuz?
Todos los que alguna vez se han hecho esa interrogante están invitados a pertenecer al club de los escépticos, del cual soy socio fundador. La membresía es gratis y no hay ninguna obligación. Claro, los escépticos tienen derecho a dudar de eso, pero créame que no hay costos encubiertos.
Quizá lo que hace dudar a algunos de la existencia de Lempira sea lo similar de otros relatos de otros jefes indios en El Salvador, Nicaragua, Guatemala y hasta en la 'europea' Costa Rica.
En todos esos países hubo un jefe que se opuso valientemente a los invasores y que fue asesinado a traición, desde luego, ¡de frente jamás lo hubieran podido matar!
Nadie puede decir con certeza si existió, lo que sí es absolutamente cierto es que Lempira en realidad lo que representa es la rebeldía hondureña ante el invasor y nuestro invencible deseo de libertad.
Aunque claro, algún miembro del Club de los escépticos podría decir que esa indocilidad murió con Lempira, pues desde entonces hemos aceptado toda clase de intrusiones sin protestar y que, más que eso, en la mayoría de los casos nos hemos sumado al invasor, especialmente cuando esa intrusión ha sido cultural y no bélica.
Siempre, todo el tiempo, hemos ido poco a poco dejando nuestras creencias y costumbres, para adoptar las de los recién llegados. Revise la historia y vea qué lejos estamos de los 'hondureños originales', esos verdaderos descendientes de Lempira.
Otra misión para el club: piense en nuestros próceres; ¿de verdad eran tan puros, rectos, incorruptibles y patriotas como se les recuerda, o son figuras idealizadas por historiadores?
Digo lo anterior porque si analizamos los políticos y figuras importantes del presente, difícilmente encontraremos uno químicamente puro, alguien que dentro de cien años pueda ser recordado y estudiado como un hombre totalmente probo.
¿Quiere decir eso que nos hemos descompuesto, que antes éramos mejores y que nos hemos arruinado conforme pasa el tiempo?
¿O es precisamente el tiempo el que, a largo plazo, analizará las acciones de los actuales protagonistas y les hará justicia y permitirá que se les recuerde, por lo menos a algunos, de la misma manera en que nosotros hemos sido enseñados a recordar las figuras del pasado?
Nadie, ninguno de nosotros estará aquí dentro de cien años para saber la respuesta, así como los contemporáneos de Valle y Morazán, Cabañas y de Herrera no están aquí para decirnos cómo eran en realidad todos ellos y muchos otros.
Alguien dijo por ahí que todo depende de quién escriba la historia y en la mayoría de los casos tiene razón.
Pero nosotros, sin afán de irrespetar a nadie, tenemos el derecho a ser escépticos y a tratar de saber cómo fueron en realidad aquellos cuya memoria hemos sido enseñados a alabar.
¿De acuerdo? ¡Bienvenido al club de los escépticos, usted es miembro distinguido!