El vivir en paz, tolerancia y armonía exige la aportación colectiva para que ideas, palabras y acciones contribuyan al rescate de la sociedad, en la que los hondureños hallemos el ambiente más favorable en la ruta del desarrollo personal integral y del bienestar en todas las esferas sociales. No resaltamos en las listas elaboradas para medir la felicidad, pero sí hay reconocimiento de progresos fundamentales, evidenciando así que si se quiere se puede.
La publicación del primer fascículo de valores ha desbordado las expectativas por su recepción en centros educativos y familias, núcleos en los que habrán de germinar las semillas de los principios para la transformación radical necesaria en los esfuerzos por el mejoramiento de la calidad de vida.
El obispo de la ciudad, monseñor Ángel Garachana, se refirió en términos elogiosos al esfuerzo de esta casa editora: “Ojalá estos ejemplares llegaran a todos los centros educativos para que los valores se fortalezcan en la niñez”.
Al comentar el contenido de la primera entrega, dedicada al valor de la humildad, recordó la expresión de la santa española Teresa de Jesús, “humildad es andar en verdad”.
Ni superior ni inferior, la persona humilde no se compara con nadie, sino que sabe, puede y vive su vida con aceptación personal, que se prolonga solidaria y participativa en el quehacer diario de la comunidad. “Hay que ser humildes y seremos felices y haremos felices a los demás”.
Antes de referirse a los efectos beneficiosos de la humildad, el prelado señaló el “lado oscuro” de la soberbia, la baja autoestima y el complejo de inferioridad. Resaltó “ese punto de equilibrio que llamamos humildad, para nuestra propia paz interior y para construir buenas relaciones con los demás en el ámbito familiar, educativo, laboral y social... En la raíz de rupturas, odios, violencia y opresión, etc. está la soberbia”.
El reto está presentado. La labor es ardua, pues los obstáculos son numerosos y descomunales, evidenciados diariamente en quienes hablan mucho, son cataratas de consejos; pero con los hechos anulan por completo el valor de sus palabras.
Es larga también, pues el polo opuesto de los valores (los anti...) se halla hondamente arraigado en nuestra sociedad, concretando la meta de la felicidad en el tener, a cualquier precio, incluso la familia, ignorando el ser que se prolonga en relaciones de estima y valoración y no en simples intereses materiales. Nada que esconder, disimular o engañar porque “humildad es andar en verdad”.
La publicación del primer fascículo de valores ha desbordado las expectativas por su recepción en centros educativos y familias, núcleos en los que habrán de germinar las semillas de los principios para la transformación radical necesaria en los esfuerzos por el mejoramiento de la calidad de vida.
El obispo de la ciudad, monseñor Ángel Garachana, se refirió en términos elogiosos al esfuerzo de esta casa editora: “Ojalá estos ejemplares llegaran a todos los centros educativos para que los valores se fortalezcan en la niñez”.
Al comentar el contenido de la primera entrega, dedicada al valor de la humildad, recordó la expresión de la santa española Teresa de Jesús, “humildad es andar en verdad”.
Ni superior ni inferior, la persona humilde no se compara con nadie, sino que sabe, puede y vive su vida con aceptación personal, que se prolonga solidaria y participativa en el quehacer diario de la comunidad. “Hay que ser humildes y seremos felices y haremos felices a los demás”.
Antes de referirse a los efectos beneficiosos de la humildad, el prelado señaló el “lado oscuro” de la soberbia, la baja autoestima y el complejo de inferioridad. Resaltó “ese punto de equilibrio que llamamos humildad, para nuestra propia paz interior y para construir buenas relaciones con los demás en el ámbito familiar, educativo, laboral y social... En la raíz de rupturas, odios, violencia y opresión, etc. está la soberbia”.
El reto está presentado. La labor es ardua, pues los obstáculos son numerosos y descomunales, evidenciados diariamente en quienes hablan mucho, son cataratas de consejos; pero con los hechos anulan por completo el valor de sus palabras.
Es larga también, pues el polo opuesto de los valores (los anti...) se halla hondamente arraigado en nuestra sociedad, concretando la meta de la felicidad en el tener, a cualquier precio, incluso la familia, ignorando el ser que se prolonga en relaciones de estima y valoración y no en simples intereses materiales. Nada que esconder, disimular o engañar porque “humildad es andar en verdad”.