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Valle de Sula

  • 28 marzo 2023 /

    ¡Quién te ha visto y quién te ve! es la expresión popular de asombro al evaluar personas y situaciones tanto por el éxito como por el abandono, lo cual puede generar alegría, tristeza o decepción. No necesitamos dar muchos pasos ni apelar a la lejanía en el tiempo para aplicar el dicho popular a las tierras del valle de Sula y a su fértil y valiosa producción que antaño necesitaba trenes para su traslado a puerto donde la llegada del barco a la bahía porteña movilizaba el personal en las fincas, en el ferrocarril y en la terminal marítima.

    Tiempos aquellos en los que nuestro país disputaba el primer lugar en producción y exportación de banano con un país sudamericano. Aquello fue historia que queda aún en la vida de los campeños, de los niños en las escuelas de la compañía y la población donde se asentaban las empresas bananeras. Los fenómenos naturales y la exposición de las tierras a las inundaciones fueron alejando a las transnacionales de la producción para expandir sus recursos entre el campo, con grandes riesgos y el mercado. Es decir, intermediación.

    Los productores independientes de banano del valle de Sula han ido sobreviviendo, pero como en las inundaciones ellos también tienen el agua al cuello, pues aquello de volver al campo, recuperar la producción y productividad agrícola no sale del discurso electoral ni siquiera cuando las pérdidas cuantiosas se convierten en alarma en la mayoría de los casos sinónimo de éxodo y búsqueda de otras actividades productivas para poder sobrevivir.

    El casi nulo interés por la actividad agrícola ha quedado en evidencia tras el viaje de una comisión a Israel, país con vergeles en el desierto, para obtener recursos y así recuperar y rehabilitar 2,500 hectáreas que quedaron desoladas tras los últimos fenómenos naturales. El esperanzado regreso se desvanece, pues no hay respuesta del gobierno a la propuesta de la administración judía de prestar 42 millones de euros, casi 45 millones de dólares, para restablecer las labores en las fincas.

    La inmensidad de los valles productivos del país resiente el escasísimo interés de los gobiernos por respaldar las tareas agrícolas y proporcionar los más elementales servicios sociales a las poblaciones del campo que resiente el abandono de la gente joven integrada a las masivas migraciones hacia el exterior, pero también hacia las ciudades cercanas donde la escasez de empleo crea cinturones de miseria que apenas alcanza para sobrevivir.

    Conclusión oficial al viaje financiado por los productores es otra muestra desoladora que agrega nubarrones en el horizonte para una tormenta perfecta. “Hay que ver cómo va toda esa propuesta, no es tan fácil como parece”, señaló la voz oficial de Agricultura y Ganadería (SAG).