A falta de la captura aún de implicados en el saqueo del Instituto Hondureño de Seguridad Social, de desarrollar y completar el proceso contra los detenidos de manera que se haga justicia a centenares de miles de víctimas, la nueva Ley del IHSS se halla ya a las puertas del pleno de la Cámara para su aprobación.
Sacerdotes, deportistas y artistas se afiliarán, titula LA PRENSA en su sección Apertura de la edición de ayer martes. El gancho no es la primera vez que se lanza, aunque en esta ocasión no es como iniciativa aislada, ilusoria como aquella que propició el viaje faraónico a la Unión Americana sin más resultado que la del escándalo de los pasajes y viáticos por las “nubes”. Otro antecedente se halla en el proyecto de afiliación a las trabajadoras domésticas, “llamarada de tusa”.
La ley, según los proyectistas y los dictaminadores, es solución a numerosos problemas individuales y colectivos para favorecer a las familias y al Estado, sin embargo, no hay conciencia de ello por dos razones: por el multimillonario saqueo de la institución y por la escasa y nula conciencia en los hondureños de que la enfermedad, natural o por accidente, y el debilitamiento del organismo con los años llegan.
¡Lástima que los beneficios que se ofrecen tengan como contrapeso el no restablecido completamente aún un servicio hospitalario, de consulta, de farmacia, de incapacidad, pensiones y jubilaciones aceptable, por lo menos, y en vías de mejoramiento creíble no solo consignado en la Ley Marco de Protección Social.
Con la ampliación y beneficios que se publicitan en el nuevo instrumento jurídico, además del derechohabiente y sus beneficiarios ¿quién recibirá el gran alivio a punto de asfixiarse? Salud pública, por lo que el Estado, por medio de gobiernos honrados, debe cumplir puntualmente no solo con la cuota de sus empleados sino con el compromiso hacia todos los afiliados al Seguro, también hondureños, que además pagan impuestos destinados a los hospitales y centros de salud públicos.
La denominada cuota solidaria no entró en los cálculos de los políticos durante más de 50 años ni de sus serviles de la dirección. ¿Cumplen ahora con lo aprobado en el presupuesto de 30 millones mensuales, centavos de los casi 3,000 millones a que asciende la deuda histórica?
Si hay avalancha con la Ley Marco, ¿dónde se halla el personal para atender a los cotizantes, más instalaciones, equipo no saturado, medicamento para erradicar el “no hay” y las reservas “intocables” de los regímenes especiales? Inmensa pregunta, cuya respuesta no se halla en la novedosa ley, sino en hechos.