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No a la sala de espera

  • 28 enero 2019 /

El mensaje fuerte y hasta atronador del papa Francisco en la misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud el domingo en Panamá, no podía ser otro.

    San Pedro Sula, Honduras

    El mensaje fuerte y hasta atronador del papa Francisco en la misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud el domingo en Panamá, no podía ser otro: el presente y los jóvenes, en el polo opuesto a lo escuchado por generaciones, cuyos miembros adultos se llenan aún la boca y engreídos identifican el futuro con los jóvenes del presente. Les espera un mañana ya condicionado y hecho a la medida de quienes marcan el ritmo de la sociedad, porque califican a los jóvenes como el futuro de la sociedad.

    “Ser jóvenes” proclama el papa Francisco “no es sinónimo de sala de espera de quien aguarda el turno de su hora. Y en el ‘mientras tanto’ de esa hora les inventamos o se inventan un futuro higiénicamente bien empaquetado y sin consecuencias, bien armado y garantizado con todo bien asegurado. Un futuro de laboratorio: y esta es ficción de alegría”.

    “La luz alumbra desde lo alto para que llegue a todos los rincones, a aquellos lugares más oscuros en los que ancestralmente se han guardado, protegido y usado privilegios en perjuicio de miembros de la sociedad que intentan abrirse camino unos, aunque otros reciben con beneplácito sedante para que el presente en ellos sea manipulado y, como arte de magia, se siga transformando en promesa de un futuro halagador”.

    El obispo de Roma advierte y denuncia: “Cuando se pide a los jóvenes que esperen y se preparen para el futuro, los tranquilizamos y adormecemos para que no hagan ruido, para que no se pregunten ni pregunten, para que no se cuestionen ni cuestionen; y en ese ‘mientras tanto’ sus sueños pierden vuelo, comienzan a dormirse y se vuelven ‘ensoñamientos’ rastreros, pequeños y tristes. Al contrario, para Jesús no hay un ‘mientras tanto’, sino amor de misericordia que quiere anidar y conquistar el corazón. ¿Saben una cosa? A muchos jóvenes esto los gusta, entonces es necesario ayudarlos para que escuchen el ahora de Dios”.

    El eco de las palabras, ajenas a los ritos de la Basílica o la solemnidad de la Plaza, resonó desde el corazón de las Américas para cuestionar a los jóvenes, pues aunque el pontífice no olvidó otros graves problemas, migración corrupción... sus palabras más sentidas estuvieron dirigidas para traer “el futuro al ahora, el mañana al hoy con los jóvenes protagonistas de una sociedad, creando un espacio que no se regala ni ganamos en la lotería, sino un espacio por el que también ustedes deben pelear”.
    El que tenga oídos que oiga.