Desalentar las migraciones, los masivos desplazamientos de personas, entre los que destacan en los dos últimos años niños y jóvenes, para contrarrestar las falsas ilusiones creadas por el anuncio de políticas más comprensivas en el Gobierno norteamericano, aprovechado por traficantes de personas, se ha propuesto la administración Obama, que en su recta final reconoce que la reforma migratoria está en el limbo al quedar el Poder Legislativo en manos republicanas.
“Nuestras fronteras no están abiertas”, es el mensaje reciente del secretario de Seguridad Nacional de EUA, Jeh Johnson, quien claramente especifica que “si alguien es capturado cruzando nuestra frontera ilegalmente, un tribunal de inmigración ordena su remoción, no tiene apelaciones pendientes y no reúne los requisitos para el asilo o algún otro reclamo humanitario bajo nuestras leyes, debe ser repatriado”.
El intento de persuasión a través del miedo, la represión o la expulsión puede tener más un efecto interno, en el ambiente político de la Unión Americana, que en los países de donde proviene la migración. La detención, el encierro y la deportación no disuaden a una mayoría que piensa “a la tercera es la vencida”, y si no, a la cuarta o a la quinta.
Más efectivo puede resultar el respaldo a los esfuerzos de los Gobiernos de los países centroamericanos integrantes del Triángulo Norte para crear empleo, avanzar en la seguridad de las personas y dotar a las familias en riesgo del ambiente favorable y de recursos para el trabajo en sus comunidades, de escuelas para los niños y de centros de salud, de manera que la paz, la educación, la salud y el trabajo garanticen un mínimo de calidad de vida traspasando los límites de la subsistencia.
La otra cara, más beneficiosa, eficaz y prometedora a la política migratoria, a la explicada por el secretario de Seguridad Nacional, fue la presentada por los Presidentes de los tres países del norte centroamericano en la reunión con el vicepresidente Joe Biden para concretar el uso de los recursos destinados al Plan Alianza para la Prosperidad.
Es un plan, ojalá carezca de agujeros, destinado a favorecer a aquella población, cuyas carencias y condiciones de vida empujan, con altísimos riesgos en el trayecto e incertidumbre en el destino buscado, a dejar familia y tierra que con un ambiente favorable a la calidad de vida no abandonarían.
Ni el cierre de fronteras a cal y canto, ni el muro faraónico ofrecido en la campaña por Donald Trump, ni el despliegue tecnológico, ni el incremento del personal de la “migra” en la frontera o las redadas en zonas urbanas detendrán el flujo masivo si la acción no llega al origen de la migración en los sectores relegados.
“Nuestras fronteras no están abiertas”, es el mensaje reciente del secretario de Seguridad Nacional de EUA, Jeh Johnson, quien claramente especifica que “si alguien es capturado cruzando nuestra frontera ilegalmente, un tribunal de inmigración ordena su remoción, no tiene apelaciones pendientes y no reúne los requisitos para el asilo o algún otro reclamo humanitario bajo nuestras leyes, debe ser repatriado”.
El intento de persuasión a través del miedo, la represión o la expulsión puede tener más un efecto interno, en el ambiente político de la Unión Americana, que en los países de donde proviene la migración. La detención, el encierro y la deportación no disuaden a una mayoría que piensa “a la tercera es la vencida”, y si no, a la cuarta o a la quinta.
Más efectivo puede resultar el respaldo a los esfuerzos de los Gobiernos de los países centroamericanos integrantes del Triángulo Norte para crear empleo, avanzar en la seguridad de las personas y dotar a las familias en riesgo del ambiente favorable y de recursos para el trabajo en sus comunidades, de escuelas para los niños y de centros de salud, de manera que la paz, la educación, la salud y el trabajo garanticen un mínimo de calidad de vida traspasando los límites de la subsistencia.
La otra cara, más beneficiosa, eficaz y prometedora a la política migratoria, a la explicada por el secretario de Seguridad Nacional, fue la presentada por los Presidentes de los tres países del norte centroamericano en la reunión con el vicepresidente Joe Biden para concretar el uso de los recursos destinados al Plan Alianza para la Prosperidad.
Es un plan, ojalá carezca de agujeros, destinado a favorecer a aquella población, cuyas carencias y condiciones de vida empujan, con altísimos riesgos en el trayecto e incertidumbre en el destino buscado, a dejar familia y tierra que con un ambiente favorable a la calidad de vida no abandonarían.
Ni el cierre de fronteras a cal y canto, ni el muro faraónico ofrecido en la campaña por Donald Trump, ni el despliegue tecnológico, ni el incremento del personal de la “migra” en la frontera o las redadas en zonas urbanas detendrán el flujo masivo si la acción no llega al origen de la migración en los sectores relegados.