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Los árboles

  • 22 marzo 2022 /

    “Ya se nota el estrés hídrico”, sintetizaba una científica hispana al abordar el desafío del cambio climático, que en muchas zonas de Honduras nos vamos acostumbrando a sobrevivir con la queja anual, más pronunciada en estos primeros meses del año por la escasez de agua no solo para los cultivos agrícolas, sino también en numerosos barrios y colonias de nuestras ciudades. El estrés hídrico se refleja en el campo, en los bosques y los cultivos, sobre los que se hacen cábalas en cuanto a su resistencia cada vez más precaria. Y no es para menos, pues hace años se quebró no solo el ciclo regular de lluvias, sino su abundancia en meses en que los cauces de ríos y quebradas eran presagio favorable de cosechas abundantes. Desde hace años, la sequía avanza y no hay que ir lejos para conocer la afectación del fenómeno de la desertización.

    Los pronósticos anuales de lluvias no son favorables para el campo. La sequía va ganando terreno, y aquello del almacenamiento del agua en lagunas artificiales no rinde, pues si no hay lluvia disminuirá y hasta llegará a agotarse la disponibilidad del líquido. Y es que llueve menos y el pobre caudal de los ríos y quebradas pasa sin que “pase nada bueno” en las fértiles tierras, pues hay que volver al campo, no como lema electoral y demagógico, sino como una necesidad, debemos salir de las oficinas y ciudades para acompañar e incentivar la producción agrícola.

    En el “finde” de la semana pasada con el título “Combina ciencia y sabiduría celta” presentan a Diana Beresford-Kroeger, bioquímica médica, botánica, química orgánica, poeta, autora y creadora de sangre artificial, cuya entrega a la salvación de forma de vida le ha proporcionado autoridad mundial para señalar y valorar el camino seguido de la mano con la naturaleza, en cuya protección se halla la clave de los numerosos problemas que nos amenazan. “Los árboles se convierten en lo único y lo mejor que tenemos en este momento para combatir el cambio climático”. No se escucha en estos sistemas y Gobiernos, para los que el cemento, las grandes edificaciones y los puentes son carta de presentación en la prosperidad de la ciudad, aunque ello represente un alto costo en recursos naturales, como los árboles, algunos centenarios y grandes generadores de oxígeno. Pero claro, el cuidado, mantenimiento y fortalecimiento de recursos naturales necesarios para la vida de la población no exige sustanciales e inmediatos contratos envueltos en papel “regalo”, muy del gusto de políticos y empresarios. Ni un árbol menos en San Pedro Sula ni Honduras será la mejor contribución a la contención de los efectos del cambio climático mientras agrandamos la fábrica de oxígeno con la recuperación de lo destruido y lo nuevo por crear.