San Pedro Sula, Honduras
Nuestro país dedica este día a honrar la figura del padre hondureño. Seguramente muchos papás amanecieron rodeados del cariño de sus hijos y están recibiendo múltiples manifestaciones de cariño, respeto y admiración. Cariño que reciben de vuelta, respeto que se han ganado en el día a día y admiración porque saben cumplir a carta cabal la misión que la vida les ha encomendado.
A esta altura de la historia, curiosamente, la figura del padre es una figura controvertida. De alguna manera, el cambio de mentalidad y los nuevos estilos de vida han dejado incólume la figura de la madre pero no han hecho lo mismo con la de los papás. Y es necesario que, por el bien del núcleo familiar, el ejercicio de la paternidad sea revalorado y se reconozca su importancia tanto para la estabilidad del hogar como para el desarrollo de los hijos.
Es innegable que hay muchos hombres que merecen ser celebrados en este día. Haciendo a un lado las infaltables excepciones, debemos reconocer que existen muchos padres de familia que no solo han sabido ser compañeros idóneos de sus esposas sino que han aportado su personalidad y ejemplo en favor de la formación de sus hijos.
Atrás ha quedado la imagen del padre proveedor pero distante; el padre que parecía incapacitado para manifestar cariño y que pensaba poco masculino acariciar y besar a los hijos, sobre todo a los varones. Afortunadamente, hoy se ve como normal, porque así lo es, que los padres repartan besos y abrazos entre su prole y que pierdan el miedo a mostrarse tiernos, porque los hombres también tienen derecho a la ternura.
A lo largo de la historia, los padres que han reconocido la importancia que su papel tiene para la familia y para la sociedad han aportado a la personalidad de los hijos seguridad, serenidad y reciedumbre. Menos emotivos que las madres, pero no por eso insensibles, han brindado un saludable balance a la formación del carácter de los hijos, se han constituido en un apoyo indispensable para sacar adelante cualquier proyecto familiar.
En un día como hoy, no podemos dejar de felicitar a aquellas mujeres que han sabido ser padre y madre; que han luchado solas para alimentar, mantener sanos, vestir, y educar a sus hijos. Estas mujeres, toda generosidad y entrega, han logrado en el seno del hogar compensar con creces la ausencia de la figura paterna. Y, aunque un cuerpo respira mejor con dos pulmones, han sido lo suficientemente fuertes como para mantener viva a la familia con uno solo.