Mañana, domingo 17 de septiembre, se conmemora la fecha en que evocamos y agradecemos a nuestros mentores, a todas y todos que, con sus enseñanzas, ejemplos, orientaciones, fueron forjando tanto nuestro bagaje intelectual al igual que nuestra escala de valores morales y éticos, en los distintos niveles del proceso de enseñanza-aprendizaje, complementando la labor iniciada en el seno de nuestros hogares por parte de nuestros progenitores.
Evocamos tanto a quienes ya departieron y no están mas entre nosotros, al igual que a las y los jubilados viviendo, dentro o fuera de la patria, en merecido descanso, así como a quienes permanecen activos en el ejercicio docente.
Gracias sinceras a ustedes, maestras y maestros respetados y queridos. Esperamos que no araron en el mar y que las semillas por ustedes sembradas fructificaron en suelo fértil, haciendo de nosotras y nosotros, mujeres y hombres de bien, ciudadanos solidarios con el bien común y el destino de Honduras.
Admitimos que en más de una ocasión nuestro comportamiento en las aulas o fuera de ellas, no siempre fue el mejor, particularmente en aquellas etapas del crecimiento como son la niñez y la adolescencia, en que las travesuras se combinan con la rebeldía para, en más de una ocasión, merecer medidas disciplinarias, a cargo de ustedes y de nuestros padre.
Por ello, les pedimos perdón y disculpas, con la esperanza que, con el transcurrir del tiempo, supimos rectificar, llegando a comprender que no estábamos transitando por el camino recto.
Algunas y algunos, imitando vuestro ejemplo de entrega y vocación de servicio, decidieron seguir vuestro ejemplo ingresando a las escuelas normales para, a su vez, convertirse en maestras y maestros, y así en el relevo generacional de la noble profesión magisterial, encontrando en ustedes, fuente de inspiración.
Cierto, el implacable tiempo ha transcurrido inevitable y el peso de los años vividos han dejado huella. No obstante, la mutua evocación nos traslada a las primeras etapas existenciales, cuando compartimos, interactuando, con ustedes y las (os) compañeras (os) etapas claves de nuestras vidas.
Que disfruten a plenitud esta festividad son los deseos de todas y todos que tuvimos la fortuna de ser vuestros discípulos. Y para las y los fallecidos, un laurel sin ocaso en vuestra memoria.Honor a quien honor merece.