19/04/2024
06:03 PM

Antes que nada, Honduras

    La agitación política que ha vivido el país en los últimos años, y en los últimos días, pone en la cabeza de la gran mayoría de los hondureños la interrogante de si hay, en la clase política hondureña, en los que hacen gobierno y en los que se les oponen, un verdadero interés por el bienestar de los hondureños y por el futuro del país.

    La paz social, ese bien tan anhelado y sin el cual el desarrollo sostenido y sostenible es imposible, parece lejos de alcanzar porque lo que flota en el ambiente es el pleito, la diatriba, la descalificación, e, incluso, el odio entre distintas corrientes de pensamiento, y hasta entre militantes de los mismos partidos.

    Urge que, por el bien de Honduras y de los que en ella vivimos, aquellos que insultan y aquellos que responden a los insultos devolviendo improperios, se llamen a una profunda reflexión y caigan en cuenta que se han metido en un callejón sin salida, que, evidentemente, no los lleva a ninguna parte y que se están llevando de encuentro a un país entero.

    Esa reflexión incluye, por lo menos, las siguientes ideas: antes que nada, el interés de la nación entera está por encima de cualquier interés de persona o de grupo. Y lo que interesa a Honduras debe interesar a todos los que nos consideramos sus hijos, y eso no es más que educación de calidad, salud para todos, vías de comunicación en buen estado, estrategias para enfrentar el cambio climático, empleos con salarios dignos para todos los que están en edad de trabajar, seguridad, lucha contra la corrupción, esto en primera instancia.

    Luego, recordar que el país nos pertenece a todos. Ninguna persona ni grupo de personas; ni partidos políticos, ni gremios profesionales, ni grupos empresariales, ni trabajadores del campo o de las áreas urbanas, etc. deben considerar a Honduras como propiedad exclusiva y creerse con el derecho de poder hacer lo que quieran con ella.

    Honduras nos pertenece a todos. Todos tenemos la sagrada obligación de velar y trabajar por ella, de soñar y poner los medios para hacer el sueño realidad, de verla convertida en una nación en la que se pueda nacer, vivir y morir con dignidad.

    Finalmente, el clima político de la región debe llamarnos a la sensatez, a la cordura. Ningún conflicto intestino va a solucionarse de manera satisfactoria y provechosa si se impone la voluntad de unos hondureños sobre la de otros.

    Lo único que, en verdad, puede servir como una auténtica plataforma de despegue para el progreso nacional es el diálogo y la búsqueda de una reconciliación duradera.