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¡Agua!

  • 30 mayo 2017 /

    Si esto ocurre en municipios del Valle de Sula con dos grandes ríos, qué no sucederá en zonas donde el agua corre como hilo en quebradas que solo llenan el cauce tras la tormenta. Nos referimos a la escasez de agua en municipios cuya demarcación es atravesada por el Chamelecón, el Ulúa y sus afluentes, lo cual pareciera absurdo, pues basta que llegue la temporada de lluvia para declarar emergencia y tener que ayudar al desalojo de familias afectadas por inundaciones.

    En todos estos lugares del fértil Valle de Sula los hechos son similares. Pozos secos o a punto de agotar las reservas, por lo cual las autoridades envían no hay o se raciona para que dure hasta que comience a llover y las filtraciones alimenten las corrientes subterráneas y los acuíferos. La historia anual es cada vez más grave en camino a convertirse en un drama para miles de familias como las de San Manuel que llevan un mes sin agua en sus casas.

    ¿Las causas? La tremenda sequía, señalan con simpleza algunos, no se cumplen ciclos hidrológicos como antes, las lluvias son menos, explican los académicos; para unos terceros, con más sinceridad y certeza, no protegemos el ambiente y las consecuencias están ahí. Los hondureños no somos previsores, la visión a futuro apenas alcanza a donde llega la vista y, dada la miopía de las autoridades y la escasez de recursos, poco se puede esperar.

    Nuestros abuelos sacaron agua del pozo, nuestros padres también y nosotros que hemos triplicado o elevado a la enésima potencia la población mantenemos el sistema como si fuese eterno e inagotable. En esta misma columna señalamos que el tema del agua se ha de incluir con carácter de prioridad en la agenda nacional como asunto no de Gobierno, sino de Estado, y desde ella respaldar los gobiernos locales y exigir planes municipales coordinados para usar eficaz y racionalmente el agua tanto para consumo humano como para el campo.

    Lo que está sucediendo es el aviso de una tragedia ante la que irresponsablemente se cierran los ojos y se cruzan los dedos a la espera de las lluvias, como sucedió con la violencia e inseguridad durante décadas. Las explicaciones sobre el nivel freático, cada vez a mayor profundidad, no consuela al ama de casa que vigila las cisternas o camina al río para que los niños se puedan bañar antes de ir a la escuela, cocinar, lavar los trastes de cocina o mitigar la sed.

    La emergencia, como la declarada en San Manuel, debe ayudar a encontrar soluciones y desarrollar proyectos nuevos para una población en crecimiento, cuya demanda no es satisfecha con pozos, sino que lo será con el aprovechamiento de las abundantes aguas superficiales que recorren el Valle de Sula.