Organizaciones de derechos humanos y de protección a la infancia han alertado sobre las condiciones de miles de niños en Honduras con un presente en riesgo y un futuro incierto, después de un año de pandemia y con una buena parte de ellos castigados por los desastres de los huracanes Eta e Iota. Niños abrumados por la falta de ingresos en sus familias.
Solo el paso de las tormentas en noviembre pasado dejó al menos 500 escuelas dañadas y se estima que unas 96,000 personas perdieron sus casas para ir a albergues, lo que ha aumentado la migración en caravanas hacia Estados Unidos, con precarias condiciones de salud, señala un reciente informe de la organización Plan International, dedicada a la niñez.
La falta de escuelas y el confinamiento han elevado el riesgo de la violencia física y sexual en los entornos cercanos, especialmente en albergues tanto en el país como en la ruta a la frontera sur en México, donde ya se han denunciado abusos contra menores.
El confinamiento, por ejemplo, ha aumentado las responsabilidades de las niñas y ha vuelto más vulnerables a las que viven en las peores condiciones, hacinadas y expuestas, en un país donde más del 90 por ciento de los abusos sexuales contra menores son cometidos por personas del propio seno familiar o del entorno de las víctimas, y con una sociedad con poca cultura de denuncia en este tipo de situaciones.
La mayoría de estas niñas, víctimas de abuso sexual, queda dañada física y mentalmente, y esos daños pueden ser irreversibles si no se les atiende, porque necesitan intervención médica y psicológica.
Y para las menores que emigran, la situación no es mejor. Los reportes destacan, una y otra vez, los peligros de esa ruta que expone a los menores y a las mujeres a múltiples formas de violencia, con poca o nula protección. Todo un infierno para llegar a un destino incierto.
Las autoridades deben atender con urgencia los problemas de la niñez para que retornen, lo antes posible, a las escuelas y procurarles una educación de calidad, atención en salud, recuperación de medios de vida y protección ante la violencia, acoso y abuso sexual.
Madres y padres deben tener conciencia que el abuso puede ser recurrente e involucrar a un familiar o a un amigo cercano que se ha convertido en verdugo. Y ese círculo debe romperse denunciando al agresor, pero, sobre todo, no exponiendo a los niños a situaciones donde son vulnerables a estas infamias.