La polémica sobre la dimensión y las consecuencias de la llegada y asentamiento de europeos que emprendieron la aventura hacia Occidente en la búsqueda de la India por una ruta más corta, no eliminarán los criterios enfrentados de conquistadores y colonizadores a respuestas sólidas en los altos de los Andes, la selva del Amazonas, la estrecha faja centroamericana o las tierras de la Unión Americana de ascendencia hispana.
La pobreza de la Europa desgastada a lo largo de la Edad Media, alumbraba una época de florecimiento con el naciente capitalismo, en el norte de italiana, con las artes en pleno florecimiento, la ciencia rompiendo las ataduras religiosas y la cultura enrumbando nuevos caminos, ayudó a romper las fronteras límites, “Finisterre”, para surcar los mares.
Europa, tierra de invasiones e invasores a lo largo de los siglos, se embarcó desde la península Ibérica en naves españolas y portuguesas para cambiar su historia a punto de iniciar un período de guerras religiosas, seguidas de otros conflictos bélicos que aún perduran en pleno siglo XXI.
Desde aquel 12 de octubre de 1492 se ha mantenido un permanente éxodo en ambas direcciones. Como tierra de promisión, de prosperidad reflejado en el dicho “hacer las Américas” y como hogar de refugio para los europeos perseguidos y derrotados. Europa no ha llegado a valorar lo que el continente americano le ha aportado.
Cuando desaparezca la política de conquistador, la inclinación al coloniaje y el desdeño de otras culturas se creará un espacio más positivo y favorable para la comprensión, tolerancia y convivencia con respeto a las diferencias y el pluralismo.