30/04/2024
12:50 AM

Vulgata

  • 29 septiembre 2021 /

La Sagrada Escritura ha sido traducida de forma completa a más de 450 idiomas, y se estima que de forma parcial a casi dos mil diferentes lenguas, esto hace de la Biblia el libro más traducido de la historia. El idioma original del Antiguo Testamento (AT). es el hebreo y el arameo, pero hacia el siglo III. a. C. en la ciudad de Alejandría (Egipto), donde residía una pujante comunidad judía, se llevó a cabo su primera traducción a una lengua extranjera (el griego). Esta obra sería conocida como la Septuaginta o la versión de los setenta (LXX), en referencia a la leyenda de los 70 sabios que la tradujeron. Esta versión sería aceptada por el judaísmo dentro y fuera de Palestina hasta finales del siglo I d. C. Fue también utilizada por los autores del Nuevo Testamento (NT), escrito en griego en su totalidad, para acceder a las Escrituras judías que citan a menudo en sus obras. Con el tiempo, el hebreo y el griego se hicieron inaccesibles para las mayorías, pues gran parte del cristianismo se desarrolló por todo el Imperio Romano, en el que predominaba el uso del latín. A partir del siglo II d. C. comenzaron a surgir traducciones de los textos bíblicos (AT y NT) preparados ad hoc para el uso las comunidades cristianas, el problema es que estos textos en latín eran de muy mala calidad, como ya se lamentaba el mismo san Agustín en sus escritos. A la recopilación de estos primeros intentos de traducción en latín se le conoce como la Vetus Latina. Pero a finales del siglo IV d. C.el papa Dámaso I, dos años antes de su muerte, en el 382 d. C., encargó a su secretario Jerónimo de Estridón la revisión y corrección de la Vetus Latina, por lo que para el 384 d. C. el futuro santo ya había completado su trabajo de los Evangelios y los Salmos. Más tarde se mudó a Belén y continuó allí su traducción del AT; sin embargo, este trabajo lo realizó desde el texto de la Septuaginta (griego) y no del original hebreo; pero conforme aprendió esta lengua decidió realizar una traducción nueva, tomada directamente del idioma original. De la misma manera, su traducción del NT la hizo desde el griego en que fueron escritos. En su tiempo, esta revisión del AT le trajo muchas críticas, pues varias generaciones de cristianos habían crecido leyendo las malas traducciones de la Vetus Latina, por eso en los prefacios a los libros del A T, san Jerónimo afirma que no pretende menospreciar la versión de la Septuaginta, sino solamente extraer del hebreo lo que consideraba difícil de comprender. A su obra completa se le conoció en su tiempo como la Nueva Traducción, pero ha llegado hasta nuestros días con el nombre de La Vulgata, es decir, la “biblia del pueblo” (vulgo en latín), y de ella, siglos más tarde, derivaron las primeras traducciones a lenguas modernas. Es claro que san Jerónimo comprendía la importancia del texto sagrado, y hoy 30 de septiembre, que se cumplen 1,601 años de su muerte, la Iglesia celebra su memoria y con ello clausuramos el Mes de la Biblia. Gracias a su gran trabajo, millones de fieles se han podido acercar al Señor a través de la palabra escrita y en su propio idioma, pues como afirmó: “Cuando tú oras le hablas a Jesús. Cuándo lees la Escritura es Él quien te habla”.