El verdadero amor exige olvidarse de uno mismo. Muchas personas pronuncian la palabra amor sin entender su auténtico significado y sin ser capaces de amar profundamente, ya que el vacío que supone alojar al otro no es fácil de alcanzar si está presente el egocentrismo.
La prueba decisiva del verdadero amor es el olvido de uno mismo. Si queremos lanzarnos a la maravillosa y arriesgada aventura de amar de verdad han de estar presentes la gratuidad, el desprendimiento, el desinterés. Hay que preguntarse si utilizamos a las personas en provecho propio, para satisfacer las necesidades particulares o de manera desinteresada y sin la menor sombra de egoísmo.
Dice Eric Fromm: “¿Qué le da una persona a otra? Da de sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Esto significa que da lo que está vivo en ella; da su alegría, su interés, su comprensión, su conocimiento, todas las expresiones de lo que está vivo en ella. El dar de su vida enriquece, realza el sentimiento de vida de la otra persona al exaltar el suyo propio. No da con el fin de recibir, dar es una dicha en sí”.
Lo esencial del cristianismo es el amor. Los fariseos le preguntan a Jesús cuál es el mandamiento mayor de la ley. Él contesta: Amar al Señor con todo tu corazón... Dios es amor y trata de comunicarse, de difundirse, de compartirse con todos. Las personas que se sienten amadas tienen ventajas para amar. En esto hemos conocido lo que es el amor, en que Él dio su vida por nosotros...
El que acompaña a otros en el sufrimiento ha entendido que la carga del amor es vivir con los que sufren y saber que no podemos evitarles el dolor, como tampoco podemos evitarnos el dolor de nuestras propias dificultades, pero sí tenemos el gozo de haber caminado juntos. El que ama busca únicamente el bien de los otros. Este es el verdadero significado del amor.
La prueba decisiva del verdadero amor es el olvido de uno mismo. Si queremos lanzarnos a la maravillosa y arriesgada aventura de amar de verdad han de estar presentes la gratuidad, el desprendimiento, el desinterés. Hay que preguntarse si utilizamos a las personas en provecho propio, para satisfacer las necesidades particulares o de manera desinteresada y sin la menor sombra de egoísmo.
Dice Eric Fromm: “¿Qué le da una persona a otra? Da de sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Esto significa que da lo que está vivo en ella; da su alegría, su interés, su comprensión, su conocimiento, todas las expresiones de lo que está vivo en ella. El dar de su vida enriquece, realza el sentimiento de vida de la otra persona al exaltar el suyo propio. No da con el fin de recibir, dar es una dicha en sí”.
Lo esencial del cristianismo es el amor. Los fariseos le preguntan a Jesús cuál es el mandamiento mayor de la ley. Él contesta: Amar al Señor con todo tu corazón... Dios es amor y trata de comunicarse, de difundirse, de compartirse con todos. Las personas que se sienten amadas tienen ventajas para amar. En esto hemos conocido lo que es el amor, en que Él dio su vida por nosotros...
El que acompaña a otros en el sufrimiento ha entendido que la carga del amor es vivir con los que sufren y saber que no podemos evitarles el dolor, como tampoco podemos evitarnos el dolor de nuestras propias dificultades, pero sí tenemos el gozo de haber caminado juntos. El que ama busca únicamente el bien de los otros. Este es el verdadero significado del amor.