24/11/2025
09:18 AM

Tensión pública y control

Juan Ramón Martínez

Hay dos fenómenos de alta peligrosidad en las relaciones sociales que debemos considerar seriamente: la conformación de bloques rabiosamente antagónicos, sin ninguna coincidencia, representados por la oposición y el régimen. y la desconexión del grueso de la opinión pública, con los líderes que dirigen el país. Este fenómeno es general. Lo vemos en Europa, Estados Unidos e incluso en algunas áreas tranquilas de las uniformes sociedades orientales, más sometidas a los gobernantes autoritarios. Desde el discurso de la izquierda socialista se anuncia al sector de la oposición como la ultraderecha, descalificándola. Desde esta derecha se descalifica, con iguales o peores epítetos, al socialismo, que “produce muerte, pobreza y soledad”. Trump, Le Pen, Orban Abascal, Maloni, Bolsonaro, Bukele y Milei son los líderes de esta postura. Por la otra, Sánchez, Macron, Zunoc, Biden, Lula, López Obrador, Ortega, Maduro y Díaz Canel.

En Honduras, la derecha estaría representada por Nasralla, Cálix, Asfura, Lara, Soriano, Vásquez, Zelaya, Facusse, Ana García y Urbizo. En tanto que, en la izquierda, estarían Manuel Zelaya, Moncada, Redondo, Fortín, Flores Lanza y Benítez. De derecha, pero inclinados hacia la izquierda, por alianzas naturales, en el escenario hondureño, Carlos Flores, Rosenthal, Segura. Como toda clasificación, siempre es preliminar -apenas propositiva- y con fines metodológicos.

El problema básico entre nosotros es el grado de inquietud que provoca. El secuestro de personas que no habíamos visto sino hasta 2021, la pérdida de espacio de control por parte del Gobierno frente al avance de las maras y pandillas y el surgimiento de formas ilegales de protesta en que se reta al Gobierno y se compromete su autoridad. Ejemplos: las tomas de tierras -que siguen bajo control de invasores-, la interrupción del tránsito por cualquier protesta de grupo que quieren ser oídos, el incendio de oficinas públicas y los crímenes en los presidios.

Este clima indica una desconexión entre los sentimientos populares y el Gobierno, que no reacciona, como si estuviera distante y desinteresado. El caso del sacerdote franciscano, que vino de Santa Bárbara para reclamar atención a sus feligreses, confirma en lo pequeño la falta de sensibilidad de la gobernante, que ni siquiera atiende a un sacerdote, tan importante como cualquier otro, mientras que frecuentemente recibe a desconocidos en Casa Presidencial.

Además, hay que decir que el gobierno de Mel Zelaya está acosado por la crítica de gran parte de los medios de comunicación – los más influyentes –, que no le reconocen nada positivo en el régimen. Ni en las actividades de los ministros y menos en el discurso oficial, que sigue siendo confrontativo, partidarista y sectario, como nunca antes en la historia. Manuel Zelaya es caricatura de Carías Andino. Además, en la vocación sectaria recuerda a Policarpo Bonilla, que llevó al país a dos guerras civiles por la creencia de que el Gobierno es de unos en contra de los otros, sin ninguna posibilidad de fraternas coincidencias.

A menos de dos años de su sustitución legal, la temperatura es muy alta. Es necesario bajar la presión, permitirle al Gobierno reordenarse para que salga del encierro sectario en que se encuentra y asuma el papel de conductor del bien común. Si seguimos atacando al Gobierno, este se aislará más, haciendo sentir al pueblo su falta de interés en la protección de sus intereses, lo que puede estimular nuevas irregularidades, desde la delincuencia especialmente. Y los grupos de derecha endurecer sus posturas críticas, empujándolo a mayor aislamiento, de modo que, sin alternativas, se cree un vacío y se altere otra vez el régimen de derecho, como ya ocurrió en 2009.

Tal riesgo no lo debemos correr jamás.

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