07/02/2025
02:15 AM

Tener hermanos

Víctor Ramos

Tengo dos hermanos menores que me siguen en edad: Jorge Alberto y Silvia. Los tres fuimos huéspedes del gineceo de mamá Ernestina Rivera Girón.

Jorge nació en La Esperanza y Silvia en Jesús de Otoro. Mi relación con mi hermano fue extraordinaria durante nuestra infancia. Mi hermana nació mucho después y yo tuve que abandonar la casa para ir al colegio en La Esperanza y a la universidad en Tegucigalpa. En verdad siempre nos unió un amor fraternal profundo e indisoluble.

No puedo olvidar escenas de nuestra vida infantil: la primera que recuerdo fue cuando mi madre decidió probarle un pantalón largo mío a Jorge porque él usaba pantalones chingos. Se resistió a ponérselos, pero cuando mi madre, después de forcejear, logró ponérselo, Jorge ya no quiso quitárselo y, esa noche, durmió con mi pantalón y no volvió a usar los chingos.

En otra ocasión, mamá nos envió a vender naranjas, debía haber tenido yo unos 6 años y Jorge 4. Había dificultades pecuniarias en casa porque el sueldo de maestra que ganaba mi madre era realmente raquítico: del total, el Estado pagaba la mitad y la alcaldía la otra mitad, pero lo que correspondía pagar a la municipalidad casi nunca llegaba a manos de mamá. No nos gustó la idea de que saliéramos a la calle con una canasta a vender naranjas, nos apenaba. Así que nos sentamos en una plataforma hexagonal de cemento que había en la plaza de Jesús de Otoro y nos comimos las naranjas. Luego regresamos sin naranjas y sin dinero. Mamá no nos reprendió, se hizo la disimulada y nunca mas volvió a enviarnos a vender.

Nuestros más cercanos amigos eran los hijos de don Lorenzo Amador, Napoleón y Tadeo, con quienes íbamos a bañarnos a la quebrada de Santacruz, en donde había pozas de agua fresca y cristalina que descendía de las estibaciones de la montaña del Edén, en donde operaba un aserradero de tío Camilo Rivera Girón. Tío Camilo llegaba, desde La Lima, a supervisar los trabajos con su socio, el norteamericano Mr. Loyd. A veces íbamos con ellos al aserradero a ver cómo tumbaban los árboles, cómo les quitaban las ramas y cómo convertían los troncos en piezas de madera de diversas dimensiones.

Una vez, mi madre nos envió a saludar a don Lorenzo, quien tenía algún parentesco con nosotros. Cuando nos despedimos, don Lorenzo nos dio a mí una moneda de diez centavos y a Jorge una de cinco centavos. En el camino de regreso, mi hermano, que había advertido la disimilitud del regalo, me pidió le mostrara mi moneda. Yo saqué de la bolsa del pantalón la moneda de diez y se la mostré. Entonces, él me dijo: Vito -porque así me llamaba- ¿por qué a vos te dieron más que a mí? Yo no pude darle respuesta alguna, pero mi hermano decidió que volviéramos para preguntarle a don Lorenzo, quien al escuchar el reclamo le pidió a mi hermano que le mostrara la moneda para verificar si lo que decía era cierto. Don Lorenzo tomó la moneda y reprendió a mi hermano y no la devolvió. No sé si ese fue mi primer acto de solidaridad con mi hermano porque yo compartí los diez centavos con él y seguramente nos compramos unas cuantas melcochas o unos pirulines.

Había, en el campo del Valle de Otoro, muchas frutas silvestres. Con nuestros amigos Amador íbamos a buscarlas: guayabillas, mangos, pitahayas, manzanitas de río (más conocidas como pedorras), guanijiquiles, caraos, guapinoles, yuyugas y coyoles.

No faltaban las visitas a una propiedad de don Lorenzo en la periferia de Otoro llamada Comontán. Ahí montábamos a caballo. En una ocasión nos acompañó Galel Amador, quien llegaba a pasar las vacaciones con sus primos desde Siguatepeque. A caballo íbamos a la hacienda San Vicente de don Carlos Tosta, hijo del general Tosta. Por ahí pasaba la vieja carretera hacia Siguatepeque y había un comedor atendido por doña Esmeralda Bourdeth en donde servían cuajada, mantequilla y queso elaborados en la misma hacienda. Don Carlos tenía un predio en donde había una noria con la que procesaban el café en uva para convertirlo en grano en pergamino. También don Carlos tenía cultivadas plantas frutales exóticas: averrogas o fruta estrella, conocida erróneamente como albaricoque, abotijabas, naranjas valencia, uvas de playa o icacos, cacao y nos permitían disfrutar de las frutas hasta hartarnos.

Infancia inolvidable. Mi hermana vino después y también tengo mucho que contar de ella.

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