24/04/2024
06:10 AM

Servir bien, buen negocio

Emilio Santamaría

Si usted va un día por España, podrá visitar el que se considera el restaurante activo más antiguo del mundo. Es la Casa Botín en Madrid, fundada en 1725, y que ha operado ininterrumpidamente desde entonces. Podrá comer en él como lo han hecho a lo largo de doscientos noventa y seis años cientos de madrileños y de turistas de todas las nacionalidades. El servicio en este restaurante, como le dirá todo el mundo allá, “es excelente, pero mejora cada día más”.

¿Por qué se llaman “restaurantes” estos establecimientos que sirven comidas? La historia es hasta cierto punto insólita, aunque divertida. Un mesonero apellidado Boulanger abrió en París una casa de comidas y colocó al frente un letrero con una frase en latín vulgar: “Venite ad omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos”, es decir: “Venid a mi casa hombres de estómago cansado y yo os restauraré”. La frase parece haber tenido tanto éxito que las casas de comidas pasaron a llamarse “restaurantes”. Y ese nombre pasó a muchos idiomas, con pocas variantes.

¿Acaso Boulanger soñó que el nombre derivado de la frase que utilizó se volvería un término genérico en tantos idiomas distintos? Casi estoy seguro de que no. Él solamente quería “restaurar” esos estómagos cansados. Y es fácil deducir que pensó sinceramente en servir a sus parroquianos. Lo demás, el éxito, vino por añadidura. En todo esto de servir, todo aquel que lo entendió bien, ha prosperado. Por ejemplo, el coronel Harland Sanders escribió: “El éxito no es una casualidad, solo lo alcanzan aquellos con una pasión inagotable para servir y lograr su sueño”. Y usted puede hoy ir a comer pollo a KFC, porque “nadie hace el pollo como Kentucky”, con el servicio y al estilo del coronel Sanders.

Pero ¿lo entiende el común de los mortales? Desgraciadamente no, porque se piensa en esa antigua definición de servicio como el rendir pleitesía a un amo. Esa gente no comprende que sembrar servicio siempre fue la semilla de la prosperidad, que incrementa el amor propio y desarrolla el espíritu. La sabiduría popular lo dice claramente: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

LO NEGATIVO: Sentir que nos rebajamos si servimos a los demás.

LO POSITIVO: Comprender que vale más el que mejor sirve.

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