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Salvemos el hospital Aguilar Cerrato

  • 31 enero 2023 /

Hace unos años, el hospital Dr. Enrique Aguilar Cerrato, de La Esperanza, que se debatía en la incapacidad de atender adecuadamente a la población que acudía con alguna dolencia, fue entregado para su manejo y administración a una fundación integrada por intibucanos preocupados por hacer andar, por buena senda, el hospital.

La fundación, presidida por el Dr. Luis Girón, transformó al hospital en una institución calificada como verdaderamente eficiente que ha superado los estándares de funcionamiento de los hospitales a cargo de la Secretaría de Salud.

A partir de entonces, en el hospital Enrique Aguilar Paz no se permite que ningún empleado, desde vigilantes, barrenderos hasta los médicos y administradores, atropellen a ningún paciente. Y quienes lo han hecho porque se creyó con derecho a ser prepotente fue puesto de patitas en la calle, fueron despedidos muchos sin contemplación alguna.

Y no hubo forma de que lograran su reintegro porque la postura de defender la dignidad de los pacientes siempre estuvo en primer lugar.

Haré algunas comparaciones: si un paciente acude al Hospital Escuela, debido a la inmensa cantidad de hondureños que acude a ese nosocomio en solicitud de atención médica, las citas, sobre todo las quirúrgicas, se dan con un plazo que se acerca o sobrepasa el año. En el hospital de La Esperanza los pacientes son atendidos y, me consta, las operaciones generalmente se realizan, cuando son selectivas, en el plazo de quince días. Es muy raro que en ese centro intibucano un paciente salga de la atención sin sus medicinas porque la administración, imbuida del mismo sentimiento que tienen todos los empleados, sabe que su tarea es servir a los enfermos con toda la eficiencia que les es posible.

Antes de comenzar la pandemia, el director me pidió colaboración para superar la mora quirúrgica que se daba por falta de anestesiólogo, pues tal circunstancia no les permitía operar a los pacientes que tenían algún grado de complejidad y que para realizar las cirugías se requería de la colaboración de un anestesiólogo.

Allá fui dos días por semana y en el plazo de un mes, trabajando desde las 7:00 de la mañana hasta cerca de las 7:00 de la noche o más, todos imbuidos de un espíritu de atención humana, se pudo reducir a cero el número de pacientes que esperaban por una intervención quirúrgica. Desgraciadamente el covid interrumpió el trabajo que se realizaba con estos enfermos con problemas adicionales que requerían cirugía.

La fama del hospital ha roto las fronteras del departamento. Cuando yo atendía me tocó anestesiar a pacientes que llegaban de Juticalpa, de Danlí, de las cercanías del Lago de Yojoa, de Santa Rosa de Copán, de Puerto Cortés y de muchos lugares más, porque se enteraron de que ahí, en el Aguilar Cerrato, reciben atención humana, calor y cariño, verdadera atención a sus problemas, esmero y comprensión del personal médico que, lo digo con mucho orgullo, los vi comportarse como verdaderos galenos dedicados con corazón y ciencia a sus pacientes.

Me han contado algunos personeros del hospital que están a la espera de la renovación de Convenio con la Fundación y que hay presiones de politiqueros para que esto no ocurra.

Quieren que el Hospital vuelva al pasado en donde sean las recomendaciones politiqueras las que decidan la contratación del personal y no su capacidad y verdadero apego al ejercicio verdaderamente humano de una obligación laboral que está ligada con el bienestar de quienes tienen resentida su salud y que no solo buscan medicamentos o intervención quirúrgica sino una sonrisa, un apoyo integral a sus penas, un ambiente de cariño que sea parte del tratamiento con el que se curan la mayoría de los enfermos. No he visto a los intibucanos y esperanzanos salir en defensa de su hospital. No he leído en el periódico sus pronunciamientos o en las calles su voz de protesta por estos intentos de retrotraer al hospital Dr. Enrique Aguilar Cerrato al dominio de politiqueros que solo van en busca de chambas y no del bienestar de los enfermos.

Yo expreso ahora mi preocupación y espero que el gobierno de la presidenta Xiomara Castro no vaya a cometer el error de hacer que el Aguilar Cerrato vuelva al pasado de ineficiencia que corroe a casi todos los establecimientos de salud que maneja la Secretaría de Salud.

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