En época electoral es normal escuchar o leer de interesados solicitando y demandando recuentos de votos y revisiones de actas. Pero también es importante que como ciudadanos demandemos de la administración saliente rendición de cuentas de lo que se ha hecho con los recursos públicos.
Por ejemplo, sería interesante conocer cómo se ocuparon los cuatro mil millones de lempiras otorgados a las Fuerzas Armadas para fortalecer los procesos agrícolas en el país; también saber de qué forma se invirtieron los 120 millones de dólares que el Banco Interamericano de Desarrollo prestó al país para mejorar la competitividad a través de planificación integral en el sector transporte y la modernización de procesos de facilitación del comercio.
Eso solo por mencionar dos casos concretos de muchos. Debería ser una regla que no se demande la rendición de cuentas, sino que surja de manera espontánea por las “manos probas” que han tenido la administración del peculio nacional.
Significa que no se trata de borrón y cuenta nueva ni de favorecer la impunidad, tampoco por supuesto de persecución política visceral que busque venganzas personales; se trata de reivindicar al pueblo hondureño de lo que le pertenece, se trata de justicia social.
En la recta final del año y con autoridades electas que tomarán posesión en pocas semanas es absolutamente necesario que aun disfrutando de tamales, torrejas, rompopo, cerdo, pollo, y toda variedad gastronómica no se olviden los actos corruptos que se han comido el presupuesto de los medicamentos y educación del pueblo hondureño.
Que el nuevo año 2022 sea la temporada de una nueva esperanza para la nación, que venga una mañana radiante que disipe las tinieblas de los megalómanos que se creían inalcanzables e inmovibles de las esferas del poder. Que sea el tiempo de la restauración del Estado de derecho y de la institucionalidad, del respeto a la Constitución de la República, y de la justicia como baluarte de desarrollo. Y para ello también debemos estar listos para pedir cuentas.