En la historia de la educación, hemos visto cómo el acceso al conocimiento ha sido, durante siglos, un privilegio reservado para unos pocos.
Las instituciones educativas más prestigiosas estaban destinadas a aquellos con recursos suficientes, mientras que la gran mayoría de la población quedaba excluida del sistema educativo formal. Hoy, la tecnología educativa promete una revolución en el acceso al aprendizaje, pero la brecha digital amenaza con recrear estas mismas desigualdades del pasado, esta vez a nivel tecnológico. ¿Estamos, una vez más,
condenando a los sectores más vulnerables a quedarse atrás?
En el siglo XXI, la digitalización debería haber sido el gran igualador, ofreciendo a todos la oportunidad de acceder a educación de calidad desde cualquier lugar. Sin embargo, la realidad es mucho más cruda. Mientras en los centros urbanos algunos estudiantes disfrutan de plataformas interactivas, realidad virtual y educación personalizada, en muchas zonas rurales de Honduras, y en otros países en desarrollo, los jóvenes apenas tienen acceso a una conexión estable, si es que la tienen. ¿De qué sirve una revolución tecnológica si solo unos pocos pueden beneficiarse de ella?
El problema no es la falta de tecnología, sino la distribución desigual de los recursos. El acceso a internet y dispositivos electrónicos es un lujo para muchos estudiantes, lo que crea una división cada vez más marcada entre aquellos que pueden aprovechar las herramientas digitales y aquellos que quedan relegados a un sistema educativo arcaico. Si los gobiernos y las instituciones no toman medidas inmediatas, la tecnología, lejos de ser una herramienta para igualar el campo de juego, se convertirá en un nuevo símbolo de la brecha entre los que tienen futuro y los que lo ven cada vez más lejano. La solución no pasa solo por la distribución de tablets o laptops. Se requiere una estrategia integral que comience con la creación de una red de conectividad que alcance hasta las comunidades más remotas, proporcionando acceso gratuito o a bajo costo a internet en escuelas y hogares. Además, el desarrollo de plataformas
adaptadas a las necesidades locales y la capacitación tanto de docentes como de estudiantes en el uso de estas herramientas son fundamentales para cerrar la brecha digital.