El socialismo, nazismo y fascismo son colectivistas, colocan a la colectividad, representada por el Estado, Gobierno o burocracia, por arriba del individuo o persona. En los colectivismos o estatismos, el Estado es superior a la persona, mientras en los liberalismos, rectamente entendidos, la persona se encuentra por arriba del Estado.
En un orden social colectivista, comunista, socialista, nacional-socialista o fascista, la persona está para servir al Estado, que teóricamente representa a “todos”, al “pueblo” o a la comunidad, mientras que en los Gobiernos con principios liberales el Estado está para servir a las personas.
Hay cristianos y pensadores de buena fe que pasan por alto que el colectivismo termina en dictaduras que les dictan qué hacer a su pueblo en nombre del pueblo o de un mal entendido bien común. Ver páginas 37 a 41 del libro Justicia social injusta. La filosofía cristiana es personalista, considera a cada persona humana un ser único, irrepetible y racional, capaz de decidir, responsable de sus actos.
El bien común, en su interpretación correcta, no es una realidad diferente ni superior a la persona, sino un ambiente social que crea las condiciones para que cada ser humano se desarrolle material y espiritualmente, en libertad, sin perjudicar a terceros. Un Gobierno personalista, democrático, debe tolerar y respetar las decisiones de cada persona, siempre que no afecten la vida, propiedad o libertad de otros.