26/07/2024
12:58 PM

Panamá: un triste aniversario

Víctor Ramos

El pasado 20 de diciembre, los panameños conmemoraron, por vez primera, el decretado duelo nacional, tras 34 años de la brutal agresión de que la fueron objeto por parte de Estados Unidos. Aunque aún no hay acuerdo entre quienes han descrito el atroz acontecimiento, tenemos cálculos que van desde 6,000 asesinados -la mayoría habitantes pacíficos del barrio pobre El Chorrillo- hasta otros que minimizan la cifra a unos cuantos. En el libro de Luis G. Martínez de Vega se reducen a la mitad.

Todo comenzó cuando un grupo de militares panameños, miembros de la Guardia Nacional, derrocaron al recién posesionado presidente Arnulfo Arias, el 11 de octubre de 1968. Pasados algunos días de acomodos, el general Omar Torrijos se hizo del poder y anunció un gobierno de transformaciones sociales destinadas a favorecer a los más pobres del país. Se planteaba la tarea difícil, heroica y patriótica de rescatar el Canal, entonces en manos, a perpetuidad, del gobierno de Estados Unidos. Esa tarea esencial la definió cuando expresó: “Yo no quiero entrar en la historia, quiero entrar en el canal”. Durante los primeros días de su gobierno, mientras Torrijos realizaba un viaje a México, en octubre de 1969, los militares intentaron derrocar a Torrijos, pero el caudillo regresó de inmediato a Panamá y aterrizó en un aeropuerto de David en donde fue recibido por la masa y desde donde marchó a Ciudad de Panamá, custodiado por Manuel Antonio Noriega y el pueblo.

Tras largas negociaciones, con el respaldo de la más rancia intelectualidad internacional -García Márquez y Graham Greene- y de destacados líderes políticos mundiales, Torrijos logra que Estados Unidos firme el Tratado Torrijos-Carter que eliminó la perpetuidad y la rebajó a unos cuantos años que se vencían en el 2000. Torrijos gobernó con gran respaldo de las masas populares a las que se ganó mediante la sencilla fórmula de escuchar las quejas y las necesidades de los pueblos que acudían a él con la confianza de que serían escuchados y que sus problemas tendrían alguna solución. Tal es el caso de Coclesito, un pueblo abandonado en la cumbre de la cordillera: ellos acudieron a Torrijos y le plantearon sus demandas. Torrijos ordenó satisfacer esas peticiones y en agradecimiento, los pobladores de Coclesito le construyeron a Torrijos una casa de madera a la que solía ir para discutir asuntos políticos y para descansar.

Hacia Coclesito se dirigía Torrijos cuando el avión sufrió un accidente y el general fue uno de los fallecidos. Chuchú Martínez -José de la Cruz Martínez, su asesor y confidente- y Graham Greene sostienen que el accidente fue provocado por la CIA. Y hay justas razones para pensar en ello: Torrijos les había arrebatado el Canal y la conducción del poder político a la camarilla entreguista traidora a Panamá y se había convertido en un líder que intervino en la solución de varios conflictos internacionales: la revolución sandinista, la guerra en El Salvador y en Guatemala, la independencia de Belice, el bloqueo a Cuba, la guerra del banano, pero sobre todo, la transformación de la Guardia Nacional en un brazo armado de los intereses populares de los panameños. Un fiel seguidor era el general Manuel Antonio Noriega quien asume el mando de Torrijos. Noriega empieza a recibir presiones desde Washington para revisar el nuevo Tratado del Canal, aunque sabían que la perpetuidad era imposible restituirla, tenían la esperanza de que Noriega les posibilitara un nuevo Tratado para la construcción de un canal a nivel con administración de Estados Unidos. Noriega se negó y adoptó una postura patriótica en defensa de la soberanía de Panamá y de los ideales de Torrijos. Frente a esa negativa, comenzaron las presiones, las amenazas y las tergiversaciones que culminaron con la invasión a Panamá, la madrugada del 20 de diciembre de 1989, con el pretexto de capturar a Noriega, acusado de narcotraficante, cuando lo que realmente estaba en juego era el prestigio de Estados Unidos que fue doblegado por Torrijos con la recuperación de la soberanía nacional defendida también por Noriega. No actuó Estados Unidos con tal ferocidad cuando Juan Orlando Hernández dirigía a Honduras con la aureola de narcotraficante, para señalar un ejemplo. No venía por Noriega, venían por Panamá.

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