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Nacionalismo verde

  • 25 diciembre 2023 /

La Ley de Reducción de la Inflación (Inflation Reduction Act-IRA) es la mayor inversión en energía limpia en la historia del mundo. Esta legislación, promovida e impulsada por la administración Biden, tiene muy poco que ver con la reducción de la inflación en el corto plazo. En realidad conforma una combinación de política industrial, climática y comercial, y es seguro afirmar que a duras penas conforma una política de reducción de inflación. Esta legislación está diseñada para atraer inversiones a la economía estadounidense a través de créditos fiscales; es una inversión pública –totalmente financiada por el Gobierno federal– que incluye más de 370,000 millones de dólares en préstamos y créditos fiscales para subsidiar la manufactura estadounidense en los sectores de energía, microchips y otras industrias de importancia. Esto no es solo una reacción a la confusa situación en la que se encuentra Estados Unidos en la escena internacional, donde observamos continuas interrupciones en las cadenas de suministro internacionales debido a las guerras de Ucrania y el levante y los disturbios civiles en países de África occidental, sino que también es un intento de desvincular la economía estadounidense de su contraparte china; si se siguieran respetando las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y los países se abstuvieran de imponerse barreras comerciales entre sí, la economía china sería sin duda la mayor ganadora. Es importante plantearse preguntas como ¿quiere Estados Unidos que la economía china supere a la suya en tamaño y capacidad?, ¿ha llegado a su fin la era del libre comercio y la globalización?, ¿es necesario que los Gobiernos intervengan en una economía global de libre comercio que ignora los límites ecológicos planetarios y que ahora ha producido cifras de calentamiento global sin precedentes?

Fuera de Estados Unidos, los líderes económicos y políticos han calificado la Ley de Reducción de la Inflación y su hermana menos conocida, la Ley de Chips, como una forma de proteccionismo comercial del siglo XXI. Este proceso comenzó con Donald Trump y su voluntad de imponer aranceles a todo tipo de productos chino, lo que obligó a los productores y compradores estadounidenses a pasar de productos chinos a productos estadounidenses debido al menor costo de los productos locales. Esto es un shock no solo para el mundo entero, sino también para los ciudadanos estadounidenses. Estados Unidos impulsó la política económica de libre comercio y globalización durante más de 30 años –desde George H. W. Bush hasta la administración Obama–, pero ahora vemos a individuos como John Podesta (quien colaboró con Clinton en la apertura de Estados Unidos al libre comercio) liderando la implementación del IRA como parte del equipo del presidente Biden. La Ley de Reducción de la Inflación está cambiando profundamente la realidad de la política económica en todo el mundo, dando lugar a un tipo de nacionalismo verde que viola las normas de la OMC. Según las normas de la OMC, se supone que los Gobiernos deben regular los ámbitos de la inversión y la innovación, pero no deben participar como actores e inversores activos en la economía mundial. Sin embargo, es importante reconocer que la humanidad bombea cada año más y más dióxido de carbono a la atmósfera, y si se permite que los mercados sigan liderando el camino de la reducción de emisiones, seguramente sufriremos un cambio climático terrible.

El IRA ha permitido a Estados Unidos asumir un papel de liderazgo en la transición a la energía verde, pero aún quedan grandes preguntas por responder. ¿El nacionalismo descarrilará la relación entre Estados Unidos y China que ha florecido desde que Nixon normalizó las relaciones? China tiene el monopolio sobre una cantidad sustancial de minerales de tierras raras que se necesitan para la transición a la energía verde, por lo que ¿una guerra comercial crearía una situación internacional más inestable? ¿Qué pasará con las naciones como Chile que están en camino de hacer que sus sectores energéticos sean “más ecológicos”, pero no pueden competir con los subsidios que Estados Unidos ofrece a las empresas transnacionales que buscan invertir en el sector energético?

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