19/04/2024
11:08 AM

Mike Pence, cuando no estás de acuerdo con el jefe

Jorge Ramos Ávalos

Lo primero que te llama la atención de Mike Pence es su amabilidad. El exvicepresidente entró al cuarto de hotel donde íbamos a realizar la entrevista de televisión, saludando a todos los camarógrafos y productores. Y luego dijo, sin pedírselo, que admiraba a Univision, la empresa en la que he trabajado casi cuatro décadas. Lo sorprendente es que alguien que trabajó con uno de los presidentes más rudos, mentirosos y groseros de la historia -Donald Trump- sea tan distinto a él.

​¿Cómo trabajaron juntos por cuatro años? ¿Qué hacía cuando no estaba de acuerdo con el jefe? ¿Cuál era su papel como vicepresidente: apoyarlo con absoluta lealtad o cuestionar sus decisiones? ​Mike Pence está promoviendo el único libro que ha escrito. Se llama “So Help Me God” (Que Dios me ayude) y en él, narra su larga carrera política como congresista, gobernador de Indiana y luego vicepresidente. Pero el libro está lleno de anécdotas personales, de su conversión religiosa y de su muy pública pelea con Donald Trump luego de las elecciones presidenciales de noviembre de 2020. Pence cuenta cómo Trump lo presionó, en público y en privado, durante semanas para rechazar los resultados oficiales de las votaciones.

​Pero Pence no cedió.

​“El presidente Trump estaba equivocado”, escribió, “yo no tenía el derecho de anular la elección”. De hecho, Trump perdió la elección por 74 votos electorales y más de siete millones de votos. Pero eso nunca lo ha reconocido. Este importantísimo desacuerdo alejó a Pence de quien por años consideró su amigo.

​Y luego Trump lo puso en peligro.

​El 6 de enero de 2021 una turba, incitada por un discurso de Trump, se lanzó violentamente contra el Capitolio, invadiéndolo y destruyendo muchas áreas. Varias personas murieron. Algunos de los participantes en la insurrección iban gritando que querían “ahorcar” al vicepresidente. “Me mostraron un tuit que el presidente había enviado diciendo que yo no tenía valor”, me dijo Pence durante la entrevista. “Las palabras y acciones del presidente pusieron en peligro a mi familia y a todas las personas en el Capitolio.”

​A pesar de todo, Pence no considera que Trump debe ser enjuiciado por su papel en la insurrección ni que se le debe prohibir lanzarse, por tercera ocasión, como candidato a la presidencia. “Bueno, nadie está por encima de la ley”, me dijo. Pero para él los verdaderos responsables son “las personas que ocasionaron los disturbios dentro del Capitolio, que destruyeron (el edificio), y que crearon las circunstancias que costaron vidas.”

​Pence y Trump no se hablan estos días. Lo deja claro en el libro. Pero durante los cuatro años de la presidencia nunca tuvieron una pelea pública. Pence siempre parecía apoyar y proteger a Trump. Por eso le hice la siguiente pregunta: ​-“Quiero preguntarle sobre su papel cuando usted era vicepresidente. Donald Trump mintió miles de veces -más de 30 mil, según el Washington Post-. Hizo comentarios racistas y sexistas. Separó a más de cinco mil niños de sus padres. Y sin embargo, usted se mantuvo en silencio. La pregunta es ¿por qué?”.

​“Yo siempre fui leal al presidente Donald Trump”, me explicó, sin entrar en detalles. “Y como cuento en mi libro, había veces en que teníamos diferencias de opinión, pero se las expresaba a él en privado. Creo que ese es el trabajo del vicepresidente de Estados Unidos: ser leal al presidente excepto cuando interviene una lealtad mayor hacia Dios o a la constitución”. ​Su respuesta clarifica esa complicada relación entre un presidente y un vicepresidente. Es, a veces, un pacto con el diablo. Pero como explica Pence, hasta en los casos de mayor lealtad, hay un límite. Y Trump se pasó de ese límite al pedirle a Pence que anulara las elecciones.

​Durante casi cuatro años, Pence nunca rompió con Trump. Solo lo hizo hasta el final de su presidencia. Pero hubo muchos momentos en donde hubiera sido muy útil y sanador para el país escuchar su voz. No solo cuando separaron a miles de niños inmigrantes de sus padres, sino también cuando había que condenar el racismo.

​En 2017, tras los actos de violencia de grupos supremacistas y neonazis en Charlottesville, Trump dijo que había “gente muy buena de ambos lados”. Pence permaneció callado públicamente durante toda la controversia sin criticar a su jefe.

​Y también se mantuvo en silencio cuando Trump hizo comentarios racistas. Trump le llamó criminales y “violadores” a los inmigrantes mexicanos, “Pocahontas” a la senadora Elizabeth Warren, sugirió que Barack Obama no había nacido en Estados Unidos, aseguró que el covid-19 era un “virus chino” y que el juez Gonzalo Curiel no podía hacer bien su trabajo por su origen mexicano. Pero en su libro Pence asegura que Trump “no es un racista, ni un prejuiciado” y que si lo hubiera sido, no habría aceptado el puesto de vicepresidente.

​“No puedo responder por las opiniones de otras personas”, me dijo Pence en la entrevista. “El presidente tenía un estilo muy áspero y su retórica era muy distinta a la manera en que yo hablo. Somos hombres diferentes.”

​Exacto. Pence y Trump son seres humanos muy distintos. Por eso es tan difícil imaginar cómo y por qué el exvicepresidente soportó el trato y las palabras del presidente por tanto tiempo. ​​La entrevista terminó como empezó. Con absoluta amabilidad por parte de Pence, tomándose fotos con el equipo de grabación y despidiéndose de cada uno, a pesar de que estaba a punto de perder un vuelo a Las Vegas. Y me quedé con esa sensación de que esta no sería nuestra última plática.

​Cuando le pregunté, antes de irse, si estaba considerando seriamente lanzarse como candidato a la presidencia -y potencialmente enfrentarse a Trump por la nominación del partido Republicano- no me contestó, pero me dijo que sería una decisión familiar. “Somos una familia que cree en la oración”, comentó. “Y te prometo que te mantendré informado”.