A lo largo de la vida adquirimos un cúmulo de enseñanzas que pueden ser positivas o negativas, según el entorno en que nos desarrollemos pues asimilamos lo que percibimos. No podemos culpar a un niño que ha crecido en las calles o en el seno de un hogar en donde los principios no son el pan de cada día, por expresarse con un lenguaje soez o exhibir un comportamiento procaz.
Los ejemplos que el pequeño ve a su alrededor también van formando su conducta presente y futura. Así, el niño no aprenderá nada que abone positivamente a su personalidad, si sus padres no son el mejor modelo a seguir. Si el padre y la madre se pelean entre sí, mienten, critican o insultan a las personas; intoxican el ambiente de la casa y por ende el de sus hijos.
Es de hacer notar que muchas veces el comportamiento del individuo no dependerá de la preparación académica de sus progenitores ya que, de repente estos ni siquiera conocieron las aulas de una escuela, pero les transmitieron a sus hijos los valores que a ellos también les inculcaron en su niñez.
Los estímulos percibidos en la infancia quedarán impregnados en el ser humano hasta su etapa adulta, configurando así su personalidad de manera constructiva o destructiva, según sea lo que sus sentidos captaron.
Por ello es que existen personas con mentalidad saludable que contribuyen al bienestar de la humanidad, como también personas malvadas que en su niñez sufrieron toda clase de vejaciones, incluso de sus propios padres, y ahora son peligrosos criminales que andan sueltos o están en la cárcel.
Los niños son más propensos, que los adultos a aprender de los malos ejemplos de otros, por ello veo como un hecho inverosímil el que parlamentarios nacionalistas del Congreso Nacional, estén imitando las malas actuaciones de sus homólogos del Partido Libre en lo que se refiere a los bochornosos zafarranchos protagonizados dentro del Hemiciclo.
La misma silbatina vulgar, la gritería insolente y hasta las agresiones a puño limpio, escenificadas por los “refundacionales” durante el gobierno anterior, recibieron “copy page” de parte de los azules, ahora en la oposición.
Le llaman insurrección legislativa a esta nueva modalidad de protestar con el relajo cuando la directiva del congreso niega el uso de la palabra a los diputados opositores.
Tal despotismo trae como consecuencia la paralización de la agenda legislativa en detrimento de los altos costos que significan para el pueblo sostener en sus curules a los numerosos diputados, y el buen ejemplo que estos deben dar al pueblo. Por supuesto que tienen derecho a protestar, pero no mediante la rabieta infantil, sino con posturas de altura que dignifiquen a los llamados “honorables padres de la Patria”, un calificativo que pocos se merecen.