12/12/2024
12:43 AM

Toquemos las llagas de Cristo

Esto fue lo que le pasó a una joven de familia muy pudiente y le cambió la vida: tocó las llagas de Cristo. Tenía 19 años y había crecido en un ambiente familiar de mucho dinero. Creía que lo único importante y que valía la pena era lo que se vivía en su burbuja de cristal con su familia y amigos. Le encantaba vestir bien y lucirse en cualquier parte. Ya había viajado fuera de su país (del tercer mundo) a muchos lados. Estudiaba su primer año de carrera en una afamada universidad en Inglaterra y es allí donde se encontró con la verdad. Por puro compromiso asistió a una conferencia que daba una religiosa de la congregación fundada por Teresa de Calcuta y vio un video que la espantó: gente con lepra y ancianos muriendo en las calles y un grupo de hermanas que los atendía. Esa noche volvió a su casa muy conmovida y no pudo dormir. Fue invitada a raíz de eso a un barrio de emigrantes en Londres y fue.

Escuchó tantas historias tristes de niños y adultos sobre lo que pasaba en sus países que se preguntó qué podría hacer ella. Por primera vez asistió con ganas a una misa y al final habló con el sacerdote. Él le dijo dos cosas: “Vaya cuando pueda y ayude a esa gente y estudie en verdad una carrera que alivie el sufrimiento de los pobres”.

Pero la sorpresa fue cuando volvió a su país y pudo constatar que la pobreza era muy grande, y que el hambre y la falta de oportunidades tenían a mucha gente viviendo un gran calvario. Empezó a asistir a un barrio de miseria de su ciudad y con otras personas comenzó a ayudar a los niños con alimentos, ropa y útiles escolares. Cuando tuvo que volver a Inglaterra, los niños que ella servía lloraron mucho. Con el tiempo el grupo de ella abandonó esa tarea. Ella se entera y decide volver (acabando el semestre) y contra la voluntad de sus papás se matriculó en una universidad privada de la ciudad, donde se graduó. Hoy atiende a niños pobres enfermos en su clínica como médico. Tocó las llagas de Cristo en los pobres y se convirtió. Solamente con el contacto personal con los que sufren uno puede palpar la urgencia del drama.

Así pasó con Santo Tomás. Cuando Jesús resucita y se aparece a los apóstoles Tomás no estaba allí. Recordemos que al morir, Jesús experimentó la muerte de un fracasado, ajusticiado por los poderes religiosos y políticos. Lo matan en nombre de Dios y del César. Además fue traicionado y abandonado por sus discípulos y muere solo, salvo por su madre y otras mujeres que lo acompañaron y estuvieron al pie de la cruz. En verdad fue un espectáculo dantesco, infernal, desolador. Pareciera hubieran vencido las fuerzas del mal y Satanás se declaraba el triunfador.

Todo tenía el sabor a derrota. Por eso se comprende la actitud de Tomás, que no creyó cuando le contaron que Cristo había resucitado, y que más bien pensaba que sus hermanos estuvieron bajo el efecto de una ilusión óptica; se imaginaron estar con Jesús, pero todo era fruto de una sugestión colectiva por el mucho amor que tenían a Cristo. Pero cuando Jesús aparece de nuevo y le dice a Tomás que meta sus dedos en las llagas de las manos y el puño en la llaga del costado, Tomás cae de rodillas y exclama: “Señor mío y Dios mío!”. Esta exclamación tiene un impresionante trasfondo teológico: Tomás está proclamando la divinidad de Cristo. Él está diciendo que hay un Dios, pero tres personas divinas. En Pentecostés podrá completar él y los discípulos la fe total en la Santísima Trinidad. Tomás toca las llagas y cree. Eso implicó una total cercanía a Cristo, no solo físicamente, sino desde la fe. Al tocar el cuerpo llagado de Cristo reconoció que él era el Crucificado, el que había muerto en la Cruz, pero que está vivo. En verdad Jesús ha resucitado. Tomás creyó firmemente en esta verdad tan gloriosa al tocar sus llagas.

Eso le pasó a esta muchacha. Tocó las llagas de Cristo en esos niños, palpó la realidad, se dio cuenta de que eran creaturas inocentes y víctimas de un mundo cruel y creyó. Empezó a creer que esos niños merecían ser respetados, tomados en cuenta y tenían derecho a un presente y un futuro mejor. Eso activó sus recursos mentales y emocionales, sus dones y carismas, y empezó a servirles y a prepararse como profesional para curarlos como médico, como hoy hace. Toca las llagas de Cristo con quien eres invencible.