Sin embargo, aunque pretendamos ser selectivos en lo que ocupa el disco duro de nuestra memoria allí estarán guardados por igual tanto la apreciada maestra que nos enseñó a escribir en la escuela como el perro que nos hizo sentir el miedo por primera vez.
Estos factores de los recuerdos, entre otros, ponen a prueba nuestra inteligencia emocional que básicamente consiste en el bienestar psicológico general de la persona: es decir, cómo nos sentimos con nosotros mismos (autoestima), la calidad de nuestras relaciones (dimensión social), la capacidad para gestionar las propias emociones (introspección), y afrontar las dificultades (factores externos).
Tal como si fuésemos gerentes de una empresa se requiere que hagamos de manera personal un análisis Foda que se utiliza como herramienta de planeación y toma de decisiones que ayuda a entender los factores internos y externos de una situación que se quiere mejorar, innovar o incluso prevenir.
Así que procedamos a identificar de manera honesta, concienzuda y objetiva nuestras fortalezas: qué cosas hacemos bien y nos hacen fuertes; oportunidades: en qué espacio podemos explotar nuestros dones para bien de los demás; debilidades: los asuntos internos que nos paralizan y que están sin resolver; amenazas: aquellos focos externos de crisis que podemos evitar siendo proactivos.
En un mundo en caos, viviendo en un país que resalta por corrupción estatal, con altos niveles de pobreza y desempleo, es menester que cuidemos nuestro estado emocional para que no abortemos jamás la esperanza de un mejor mañana.