Recientemente, el Banco Interamericano de Desarrollo (por sus siglas BID) publicó junto con el Cima (Centro de Información para la Mejora de los Aprendizajes) los datos e información de cómo está posicionado nuestro país con relación a las pruebas estándares internacionales denominadas Pisa-D, instrumento que evalúa, entre otros factores, el nivel educativo de los países con ingresos medios y bajos.
En dicho informe resaltan varios puntos realmente preocupantes para el futuro de la nación: uno de ellos es que el país reporta resultados muy por debajo del promedio del resto de países de América Latina y el Caribe con diferencias sustanciales en materias elementales como matemáticas, lectura y ciencia.
El estudio indica que la mayoría de los estudiantes en Honduras no alcanzan el nivel básico de competencias, en otras palabras, no estamos preparando de manera adecuada a nuestras generaciones para el mundo tan altamente competitivo del siglo XXI.
Perdimos absolutamente el rumbo invirtiendo en armas y policías mientras el sistema educativo está en el completo abandono. El Estado fallido “se llena la boca” anunciando cada año con bombos y platillos que se alcanzaron 200 días de clases, cuando ello no equivale necesariamente a que los alumnos aprendan más; o sea, que no existe una relación entre el número de horas de instrucción y los resultados que los estudiantes alcanzan.
Solo hasta que el país regrese a la institucionalidad y al Estado de derecho y se tenga la visión correcta de invertir recursos en educación sin robárselos es que tendremos esperanza de salir de la oscuridad retrógrada de la ignorancia que nos ciega.