27/03/2024
02:30 PM

Ese vicio llamado soberbia

Roger Martínez

Así como la prudencia es considerara la madre de todas las virtudes humanas, “genitrix virtutum”, la soberbia lo es de todos los vicios, “genitrix vitiorum”. Y aunque siempre he procurado hablar en positivo, y, a lo largo de los años, he escrito sobre diversas virtudes, quiero, en esta ocasión, y debido al contexto en el que los hondureños nos encontramos inmersos, reflexionar sobre ese vicio nefasto, destructor y asqueroso llamado soberbia.

Alguien ha dicho que la soberbia es como la piel de la serpiente; muda según la circunstancia en que le toca manifestarse y se renueva ininterrumpidamente mientras estamos vivos. Se presenta bajo distintos ropajes, incluso bajo capa de humildad, y aparece velada o descaradamente. Una de las formas de presentarse la soberbia es la terquedad. El terco, aquel que afirma que “ese macho es una mula”, aunque, a todas luces, no lo sea, es un dolor de cabeza para los que con él conviven. No entiende de razones y se empecina en llamar negro a lo blanco, o correcto a lo incorrecto. Para el terco, dar la razón al otro es un signo de debilidad, y, por lo mismo, ceder en la propia opinión, aunque sepa que está equivocado, le huele a humillación. Y el soberbio prefiere morir que sentirse humillado. Porque, además, desconoce que la humildad sea una virtud, y la rechaza; así como rechaza las opiniones ajenas, cuando contradicen su modo de pensar, porque el orgullo, hijo innegable de la soberbia, le impide ser empático, ponerse en el lugar del otro y contemplar la realidad desde otra perspectiva que no sea la suya. La soberbia impide la convivencia armónica entre las personas. Causa ceguera y sordera. Debido a la ceguera el soberbio no es capaz de ver las cualidades ajenas, y, debido a la sordera, incapaz de escuchar al prójimo y sintonizar con otra frecuencia que no sea la suya. El soberbio está incapacitado para el diálogo, porque para dialogar es indispensable escuchar otros argumentos, otras razones, otras maneras de concebir el mundo. El soberbio es como el niño que se tapa los oídos cuando no quiere escuchar lo que otro le dice. En el fondo, tiene miedo, terror, de que le desbaraten sus planteamientos y que tenga que ceder ante lo convincentes que puedan resultar las ideas de los demás.

Las guerras, las tragedias, que a lo largo de la historia han enlutado a las naciones y han obstaculizado el desarrollo de los pueblos, han tenido su raíz en la actitud soberbia de una persona o de un grupo de ellas; en su incapacidad para salir de su estrechura mental y de salir al encuentro del prójimo. Qué tristeza...