En el primer parque flotante de esculturas gigantes del mundo se encuentra una obra tallada en bronce por el hondureño Roberto Ventura que simboliza las relaciones entre las repúblicas de Honduras y China. Ventura es el único escultor latino que tiene el privilegio de estar representado con su obra “El guardián” en ese parque de la Provincia de Harbin, China Popular, en donde también creó una sorprendente escultura en hielo de cuatro metros de altura. Sus últimas obras, la mayoría talladas en mármol de las canteras de su natal Azacualpa, Santa Bárbara, están siendo exhibidas en la muestra denominada “La escultura en su fría inmortalidad”, obsequiada al público por el Centro Cultural Sampedrano, que estará abierta hasta el 2 de noviembre próximo.
Ventura también tuvo el honor de representar al país en el Foro Mundial de la Juventud 2019 de Egipto con la escultura “El Corazón de Honduras”. Se trata de un corazón al natural esculpido en madera en el que destacan dos manos entrelazadas que sostienen al órgano palpitante. La obra simboliza un llamado a los Gobiernos para que eliminen los conflictos políticos y sociales en pro de la paz y el bienestar de los pueblos. Los agujeros que se observan en la vena cava del corazón representan los graves problemas que enfrenta Honduras. Las esculturas de los 92 participantes en el evento internacional están en exhibición y resguardadas en vitrinas frente al mar Rojo en Egipto. En ocasiones anteriores, su talento artístico llevó a Ventura a sobresalir en Costa Rica, Estados Unidos, Guatemala y Taiwán. Tras haber colocado a Honduras en un pedestal como su más preciada escultura, Roberto Ventura regresó a Azacualpa, en donde tiene un taller de ebanistería y se dedica a practicar su arte con todo tipo de material moldeable que encuentra en el camino de su creatividad.
Su talento lo descubrió a los 13 años, cuando el taller de ebanistería lo manejaba su hermano mayor, y él llegaba como intruso a observar lo que este hacía. En cuanto su hermano emigró a Estados Unidos porque la ebanistería no le daba lo suficiente para sobrevivir con su familia, Roberto quedó al frente del taller. Allí comenzó su carrera de escultor, sin más maestro que su instinto artístico. Tras asistir a la inauguración de la muestra de Ventura en el Centro Cultural Sampedrano reflexioné en que son afortunados los amantes del arte y la cultura porque pueden deleitarse, gratuitamente, con su afición, a diferencia de los hondureños que prefieren los costosos espectáculos públicos ofrecidos eventualmente por decadentes cantantes extranjeros.