14/12/2025
12:38 PM

El afán

La Escritura dice en Filipenses 4:6: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”.

La versión internacional dice “no se inquieten por nada, más bien en toda ocasión con oración y ruego presenten su petición a Dios y denle gracias”. El afán en el que caemos con demasiada frecuencia en la edad moderna convierte nuestro papel diario en una congoja, en una fatiga y en una penalidad y como consecuencia nos cargamos más allá de lo soportable, incluso en cosas en las que no vale la pena ocuparnos porque no nos edifican.

Cuando el afán, entendido como el trabajo excesivo con la premura de un jornalero que no obedece a un elevado propósito de vida, está sustituyendo al cumplimiento de metas que agraden a Dios, es momento de detenernos y tomar decisiones para corregir el rumbo. La Palabra nos muestra que hubo quienes sabiamente dejaron todo afán y escogieron lo mejor para sus vidas. María, por ejemplo, decidió estar a los pies del Maestro. El adjetivo griego Agathos significa que María escogió lo más útil, tomó la ganancia, María se decidió antes por lo mejor, se olvidó de los afanes, los hizo a un lado.

Cuando decidimos, cuando reconocemos, cuando vemos por encima de las circunstancias y sabemos elegir, hay un momento en la vida que nuestra decisión de quitar todo afán quita además toda aflicción. Debemos aprender a tener un balance. Seamos abnegados y efectivos, esforzados y valientes, pero aprendamos a no afanarnos en lo improductivo y en lo inútil. No nos afanemos más allá de lo que Dios quiere que hagamos con diligencia y con sabiduría. Para poder quitarse el afán puede hacer dos cosas sencillas. La primera, viva agradecido por lo que tiene y preocupado por lo que no tiene. En segundo lugar, aprenda a hablar con su Padre celestial. Si usted entra en afán es porque no ha platicado con Dios, no ha hablado con su Padre, o no se ha comunicado en lo natural con su jefe, con su mamá, con su papá, con sus hermanos.

Quiero dejarle este pensamiento, decida hoy lo mejor. Quite la aflicción y por nada se afane. Si no puede ser pino alto y robusto que en la cumbre se bañe de esplendor, no se afane por ello; sea un arbusto, pero entre los arbustos sea el mejor. Si usted es césped, embellezca el camino con sus flores. Si tan solo es un pececillo, sea el encanto del lago donde more.

Hoy es tiempo de quitar la aflicción, de determinarse y de decir “Por nada estoy afanoso, no me preocupo, Dios es mi Padre, voy a escoger y decidir lo mejor”. Tome la mejor decisión, busque al Dios de los cielos, a su Padre celestial.