24/11/2025
11:14 PM

Domini Sumus

Jibsam Melgares

El gran reformador Martín Lutero solía viajar a pie con frecuencia. En una ocasión, pidió alojamiento en una modesta casa de campesinos. Sin saber quién era, lo recibieron cordialmente y lo trataron lo mejor que pudieron.

Al enterarse de su identidad, rechazaron cualquier tipo de pago, pero le rogaron que, en lugar de ello, los recordara en sus oraciones y escribiera con tinta encarnada una inscripción en la pared como recuerdo de su visita. Lutero accedió y escribió: Domini Sumus. El campesino, intrigado, le preguntó qué significaban aquellas palabras. Lutero explicó que tenían un doble sentido. “Significan, por un lado, ‘Somos del Señor’, pero también pueden interpretarse como ‘Somos señores’. Lo uno lleva al otro: al ser propiedad del Señor Jesucristo, comprados a gran precio, no debemos ser esclavos de Satanás ni de los hombres. En cambio, somos verdaderos señores, libres de verdad, que ya no sirven al pecado, sino al Señor Jesús”.

El relato anterior nos invita a reflexionar sobre algunas verdades maravillosas. Primero, ser de Jesús y haber sido comprados con su sangre, nos recuerda que nuestro valor y propósito no dependen de nuestros logros, las opiniones de los demás o las circunstancias que nos rodean. Al pertenecerle a él, luego de su gran sacrificio en la cruz, nos podemos sentir seguros y aceptados, independientemente de nuestras debilidades y errores. Además, ya que nuestra vida ha encontrado su propósito en él, entonces todo lo que hacemos cobra un sentido más profundo. En gratitud, ya no actuamos únicamente por nuestros propios deseos, sino que buscamos vivir de una manera que le honre y le glorifique en este mundo.

Por último, y aunque suene paradójico, hacernos esclavos de Cristo nos convierte en seres verdaderamente libres. En él, adquirimos una libertad que nos permite vivir emancipados de cualquier vicio, inmoralidad o pecado que lo único que logran es drenar nuestra felicidad y destruir todo vestigio de sentido existencial.