Se cuenta la historia de un monje que vivía en el desierto y al que las tentaciones atormentaban de tal modo que le resultaban insoportables. En una medida extrema decidió abandonar el lugar y marcharse a otro lado donde esperaba encontrar más paz para su espíritu atormentado. Cuando estaba calzando sus sandalias, listo para huir del lugar, vio extrañado que otro monje, cerca de donde él estaba, también se estaba poniendo las sandalias. Como jamás lo había visto antes, le increpó: “¿Quién eres tú?”. Y escuchó la voz del desconocido contestándole: “¡Soy tu yo!”. Se dio cuenta que se parecía extraordinariamente a él, tanto en la voz como en la figura, y entonces asustado acertó a decir: “Y qué haces, ¿porqué te calzas también las sandalias?”. Fue entonces cuando escuchó una extraordinaria revelación: “Si es por mi causa por la que abandonas este lugar, debo hacerte saber que, vayas donde vayas, yo iré contigo”.
Y esa misma revelación haríamos bien en comprenderla también nosotros. Porque si lo pensamos bien, de todas las personas que conoceremos en la vida, incluyendo a nuestros padres, hermanos, vecinos, amigos y compañeros de trabajo, la única persona que no perderemos jamás de vista, será a nosotros mismos.
Sí, porque somos la persona con quien tenemos que vivir hasta el último segundo del último minuto de nuestra vida.
Este planeta está lleno de gente que disfruta su vida, y de gente que la sufre. Algunos hacen de su paso por esta vida una aventura formidable, la aventura de vivir. En tanto que otros hacen de ella un mar de aburrimiento y hasta, en ocasiones, un verdadero infierno. ¿Dónde radica la diferencia? Si usted lo pregunta, mucha de la gente en estas dos últimas categorías, echarán la culpa a los demás. Muy rara vez aceptarán la ineludible responsabilidad por si mismos.
La buena noticia es que podemos rápidamente mejorar nuestra vida, aceptando nuestra responsabilidad y mejorándonos a nosotros mismos.
LO NEGATIVO: Pensar que cambiando de trabajo, incluso de ciudad, y hasta de familia, cambiará nuestra vida. Sin percatarnos que a donde quiera que vayamos, nuestro yo irá con nosotros.
LO POSITIVO: Comprender que solo cuando nos mejoramos, todo mejorará a nuestro alrededor, y podremos disfrutar así, más plenamente, la aventura de vivir.