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08:37 PM

Contaminante invisible

  • 15 diciembre 2024 /
Emy James

Despertamos con el sonido de la alarma, el pitido del microondas nos avisa que el desayuno está listo. Otro sonido (un poco irritante) nos recuerda que no llevamos el cinturón de seguridad puesto, luego está el que nos avisa de que el celular se conectó correctamente al auto, otro pitido podría anunciar que la puerta de la cajuela está abierta. En el camino, el claxon del vecino no se hará esperar, y así hasta llegar a nuestro destino, donde habrá otros mil y un sonidos esperándonos: el de la puerta cuando hemos pasado la tarjeta de entrada, el del ascensor, los de la computadora, la aspiradora, la cafetera, la impresora, los interminables chirridos de las notificaciones en el móvil. Resonancias por aquí y por allá que tienen como principal objetivo alertarnos, y nos hemos acostumbrado tanto a ellas que donde nos sentimos incómodos es ahí donde reina el silencio.

Pero hay otros sonidos mucho menos gratos para el oído, y a esos sí que no nos terminamos de acostumbrar, y es que es difícil ignorar cuánto alboroto hay a nuestro alrededor, sobre todo si vivimos, estudiamos o trabajamos en la ciudad. Desde el ruido ensordecedor de las máquinas sopladoras de hojas, las podadoras, pasando por el bullicio de las motocicletas, camiones y demás automóviles, el silbato de la persona encargada del parqueo, los camiones repartidores con megáfonos y el personaje que se niega a usar audífonos cuando está rodeado de otros. El ruido es un serio contaminante del ambiente (uno muy invisible), dañino para nuestro cerebro, el cual no está diseñado para lidiar con algo como esto, y un fastidio para nuestra mente, que termina exhausta al final del día.

Contaminar significa alterar de manera nociva la pureza de algo, y ciertamente la contaminación acústica es como todos los otros contaminantes, perniciosa para todos los que estamos expuestos a ella, sobre todo si se trata de una exposición constante. Sus efectos van desde sordera progresiva, dolores de cabeza y estómago, elevación en la presión arterial, estrés, fatiga, problemas de corazón y muerte prematura. Solo en Europa se registran más de 10,000 de estas últimas cada año.

La Organización Mundial de la Salud advierte que el ruido es dañino si supera los 75 decibelios, dañino y doloroso si supera los 120. El claxon de su auto supera los 90 y el del autobús que trae al lado supera los 110 dB, lo mismo que el martillo neumático que usan en la nueva construcción por la que toca pasar a diario. Asimismo, la música rock, que rebasa los 100 dB, pero aquí me reservaré comentarios.

Igualmente nos informa la OMS que ruidos que exceden los 30 decibelios no nos permitirán un sueño reparador. Entonces si vivimos en una calle transitada, cerca de un aeropuerto o vías del tren, sabemos a lo que se refiere. También deberíamos saber, por ejemplo, que nuestro oído necesitaría descansar por lo menos 10 horas para poder compensar un poco todo este aturdimiento. He aquí otra buena razón para alejarnos del caos cada vez que podamos.