29/03/2024
01:07 AM

Cargando el pasado

Jibsam Melgares

Un día, dos monjes iban caminando por el campo. Iban camino a otro pueblo para ayudar a traer la cosecha. Mientras avanzaban, notaron a una mujer que estaba sentada en la orilla del río. Ella estaba enojada porque no había un puente y no podía cruzar al otro lado. El primer monje le dijo amablemente: “Si quieres te podemos cargar hasta el otro lado del río”.

“Gracias”, contestó ella, aceptando su ayuda. Así que, los dos hombres juntaron sus manos, la levantaron entre los dos y la cargaron hasta el otro lado del río. Cuando llegaron, la bajaron y ella siguió su camino.

Después de que los monjes caminaron otro tramo, el segundo monje empezó a quejarse.

“Mira mi ropa”, dijo, “está toda sucia por haber cruzado a esa mujer por el río. Y mi espalda todavía me duele por haberla cargado. Siento que se me está acalambrando”.

El primer monje simplemente sonrió y asintió con su cabeza. Un poco más adelante, el segundo monje se quejó otra vez: “No aguanto mi espalda, me duele tanto, y todo es porque tuvimos que cargar a esa mujer quejumbrosa para cruzar el río. No puedo seguir adelante por el dolor”.

El primer monje miró a su compañero, que ya estaba tirado en el suelo quejándose, y le dijo: “¿Te has preguntado por qué yo no me estoy quejando? Tu espalda te duele porque todavía estás cargando a la mujer. Pero yo la bajé un par de horas atrás”.

Así podemos ser muchos de nosotros cuando tratamos con las personas que nos rodean. Como el segundo monje de la historia, no dejamos ir las ofensas pasadas y nos empecinamos en hacerles saber reiteradamente el dolor que todavía sentimos por algo que ellos nos hicieron en el pasado.

Cada vez que podemos se los tratamos de recordar. El reto es, pues, ser como el primer monje: debemos soltar el pasado para que la carga que nos produce no nos amargue la vida.