30/03/2023
09:36 AM

Amenazas rodantes

Renán Martínez

El desconocimiento de las reglas de conducción no solamente es causante de accidentes de tránsito en las principales ciudades del país sino también, en alguna medida, del estado de estrés que vive la sociedad.

El abuso del claxon por parte de conductores que usan el vehículo como un arma, una amenaza o un instrumento de agresión, suele poner los nervios de punta a los indefensos peatones. Se han dado atropellamientos mortales a peatones que van terminando de cruzar una calzada y, al escuchar la estridencia de un pito, se regresan sólo para encontrar la muerte en la trompa del automotor del imprudente conductor.

Hay quienes ni bien se ha puesto en verde el semáforo cuando pegan el pitazo al tiempo que vociferan para que se mueva el carro que tienen enfrente. No ceden el paso a otros conductores que enfrentan dificultades para entrar a una congestionada vía o tratan de salir de un garaje.

Pierden la paciencia cuando se encuentran atascados en un embotellamiento y usan la bocina y las palabras groseras creyendo que con ello van a despejar el paso.

Creen que saber manejar es darle vuelo al motor con riesgosa pericia, sin tomar en cuenta la más elemental cortesía hacia las personas de a pie ni para las que van al frente de otros volantes. No respetan el ritmo de conducción de los demás autos ni los ritmos de velocidad legal. Pareciera que se sienten los reyes de las calles dentro de sus máquinas audaces.

Sabemos que es desesperante conducir tras un vehículo en el que se esté enseñando a una persona a conducir. Sin embargo, es este el momento en el que más debemos conservar la calma y ser cortés con esa persona que, seguramente, está en la misma situación en que estuvimos un día.

Algunos conductores que son requeridos por manejar ebrios recurren a la prepotencia y la soberbia para amenazar a los agentes que les decomisan la licencia con denunciarlos ante sus superiores por “el atrevimiento” de meterse con ellos.

La paciencia y la prudencia son indispensables para conducir sin muchos riesgos dentro de un conglomerado en donde no se respetan las leyes de tránsito. Si como conductor se ve obligado a detener la marcha porque enfrente suyo un bus se detuvo, en plena vía, a subir pasajeros, no se sulfure ni le pite porque el chofer de la unidad de transporte seguirá haciendo lo suyo sin importarle la cola de carros que tenga atrás.

Es imperativo que las autoridades de tránsito hagan un examen más riguroso a los potenciales conductores que solicitan una licencia para conducir todo tipo de vehículos motorizados.

Muchos accidentes son propiciados por conductores neuróticos o desquiciados cuya conducta anormal no fue detectada por la prueba psicológica que forma parte del examen general. Otros ni siquiera han tomado un breve tiempo para leer el reglamento que les venden en Tránsito.