05/12/2025
07:33 AM

“Adventus domini”

Henry Asterio Rodríguez

La palabra adviento proviene del sustantivo latino “adventus” que está formado por el supino del verbo venio, venire, ventum (venir o llegar) y el prefijo “ad”, que refuerza el valor de llegar a un lugar. Por lo que adviento pudiera traducirse como la “llegada a” o “venida de”. La iglesia primitiva adoptó muy pronto la expresión “Adventus domini” (la venida o llegada del Señor) para expresar dos cosas: primero la manera en que ellos se relacionaban con Jesucristo, el señor que volverá y en segundo lugar su identidad, pues la Iglesia era la comunidad de la espera, la asamblea del adviento. Por eso, todo aquel que cree en Cristo debe sentirse invitado a participar en la fiesta del adviento (La eucaristía), así lo proclama el pueblo en la liturgia después de contemplar la consagración, “cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas”. El papa Benedicto XVI, nos recordaba que los primeros cristianos, “con la palabra adventus, substancialmente querían decir que, Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos verlo o tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras”. Esta fe en la llegada de Cristo se expresa de manera litúrgica y sacramental con la celebración del tiempo fuerte del adviento, que los cristianos católicos, iniciaremos este próximo domingo y que se prolongará hasta el domingo 24 de diciembre, y que hace memoria celebrativa de la primera venida del Señor, pero que anima el corazón de los cristianos para esperar la parusía, su segunda venida. Que al igual que la primera llegará sin bombo, platillo, ni fanfarrea, sino en la humildad, el silencio de la noche y cuando menos lo esperemos. El adviento no solo es la preparación para la celebración de la Navidad, no se trata de una “sala de espera” pasiva, sino de un tiempo de gracia y reflexión, de preparación y conversión, similar a la cuaresma, por eso el color litúrgico que predomina es el morado, símbolo de la austeridad, la penitencia, la profundización espiritual y la preparación. Es urgente que los cristianos recobremos la capacidad de vivir un verdadero adviento, sustrayéndonos de toda la vacuidad del mercantilismo “navideño” de esta época, que deforma el sentido y propósito de esta fiesta abaratándola y reduciéndola a un consumismo sin sentido, alimentando la apariencia vana, y haciéndonos olvidar a aquel que es el centro de todo y de todos. Por eso vivamos este adviento con conciencia, con ánimo de conversión y en vigilancia, porque esta es la llamada de Jesús en el evangelio, cuando nos manda a esperarle, ¡Vigilen! (Mc 13, 37). “Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos”. (Mc 13, 35-36). Buen tiempo de adviento para todos.